Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 6 de febrero de 2011

Chile – Primeras Impresiones de Santiago

Cuando ibamos descendiendo a Santiago, podía mirar por la ventana del avión la majestuosa Cordillera de los Andes y su cima nevada. Estaba extasiado admirando esta inmensa maravilla, preguntándome si algún ser humano ya se habría aventurado a recorrerlas. Anuncié a mis padres mi nuevo hallazgo y les dije que tenían que prestar atención mirando por la ventana. Toda esta emoción me hizo sentir con más confianza y positivismo respecto a esta nueva experiencia la cual se aproximaba cada vez más. A la edad de 8 años, éste sería mi cuarto hogar provisional. Había logrado hacerme de amigos en todos los demás lugares, por lo tanto me imaginé que podría hacer nuevas amistades con facilidad y volverme un tanto cuanto chileno.

Bandera de Chile, La Estrella Solitaria
Nuestro avión aterrizó, en el Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benitez de Santiago. En ese momento, ni me imaginaba que este lugar se convertiría en el eje de nuestras nuevas aventuras. Después de pasar la aduana y llegar oficialmente a Chile, nos estaba esperando Osvaldo, uno de los choferes de la Embajada. Él, habla español,  sin embargo hablaba con una cierta elegancia  y entonación,  muy diferente al español de Caracas al cual ya me había acostumbrado. Aparte de estar escuchando este nuevo acento que llamaba la atención, él tenía la pinta de un hombre europeo mayor,  esto me hacía pensar en la familia de mi madre. Decidí que me caía bien en el instante. Nos dió la bienvenida a Santiago con el más firme apretón de manos que nunca antes había experimentado – un apretón firme de manos significa respeto –  después de mencionar esto, era él, quien nos conduciría en esa grande ciudad a nuestros nuevos menesteres.  Nos dijo que ahora nos dirigíamos hacia, Las Condes, nuestro barrio, a una distancia aproximada de 30 minutos dependiendo del tráfico.

El mundo fuera del aeropuerto era bastante diferente al de Maiquetía. Mientras permanecía sentado en el auto, detrás de Osvaldo, me embebí una vez más mirando el paisaje por la ventana. Llegamos en agosto lo quería decir que aquí era invierno. El día parecía estar nublado, el campo era verde y había un cierto olor a humo en el ambiente, ya que mucha gente usaba las chimeneas como medio de calefacción. No había sistema de calefacción como el que se usa en Canadá o en algunas partes de los EE.UU. No me podía acostumbrar a sentir frío. En Caracas, por lo general hacía calor y era seco o bien hacía calor y llovía, así era durante todo el año. Ví granjas rodeadas de una vegetación única. En mi mente se asemejaba a aquélla de los bosques canadienses, pero no igual del todo. Había árboles de eucalipto inmensos – aún recuerdo ese aroma tranquilizante de las hojas – pinos esbeltos parecidos a los de España e Italia, robles, sauces llorones, y muchos otros más que no recuerdo el nombre. ¡Esto fue fantástico!

Al llegar a la ciudad de Santiago, los edificios, la gente y todo lo que miraba por la ventana me parecía una cosa muy diferente a los otros sitios donde había vivido y conocido. Una cierta elegancia caracterizaba este lugar: los edificios históricos se veían limpios como si los acabaran de ser eregidos, amplias avenidas y bulevares llenos de gente, taxis que se desplazaban en el tráfico como sobre el caudal de un río. Todo estaba tan organizado, además parecía tener un propósito. Tanto a mi familia como a mí, nos dió la impresión de haber pasado por un lugar secreto en el espacio, mientras volábamos en ese avión de LAN Chile. Cuando estuve en Madrid en el año 2004,  le encontré un gran parecido con esta ciudad, pero a la vez más estructurada y mejor planeada. La ciudad estaba rodeada de montañas según se podía ver. Osvaldo nos habló de Manquehue, un cerro demarcando la ciudad y que a su vez llamaba la atención a todos los extranjeros para excursionar los fines de semana. Estaba deseoso de salir por doquier con mi familia para explorar esta ciudad tan interesante.

Vista panorámica de Santiago de Chile y la Cordillera de los Andes al fondo
Finalmente, llegamos al apartamento en la Avenida Apoquindo y nos instalamos a sabiendas de que no ibamos a estar cómodos pues sólo ibamos a estar allí por corto tiempo. La residencia que nos habían asignado – SQ o Staff Quarters, alojamiento para el personal, según al terminología del idioma de asuntos exteriores – no estaba disponible, ya que el predecesor de mi padre estaba todavía ocupándola, le faltaban unos días para terminar su misión. De costumbre, cuando un diplomático termina su contrato, la familia se marcha y se asigna un cierto tiempo para poder pintar y hacer la limpieza de la casa. Las casas son amuebladas, pero los efectos personales tales como ropa, decoraciones y cosas que la familia elige llevar consigo las entregan por separado una vez que las personas ya están alojadas en la casa. Esto fue siempre así para mi familia, pero para mí fue la primera vez en que me percaté de todo ese proceso. También me di cuenta que la mayoría de las cosas que teníamos en  casa no eran nuestras. No obstante, ahora yo estaba concentrado en la nueva escuela ‘Francesa’, otra vez una nueva casa y empezar una nueva etapa de la vida.

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