Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 13 de noviembre de 2011

La Embajada de Japón Bajo Fuego

El ambiente en los cocteles diplomáticos se colma de un tremendo glamur. Las listas de invitados generalmente incluyen todos los sospechosos habituales: altos mandatarios diplomáticos de carrera representando cada una de las misiones internacionales en el país, ejecutivos prestigiosos de compañias invirtiendo en el mercado doméstico y gente reconocida como la élite de la política y el mundo corporativo nacional. Es un verdadero desfile formal con los mejores atuendos, sin olvidar los uniformes oficiales que visten los agregados militares decorados de un carnaval de medallas. A cada representación se le recomienda de manera sutil e indirecta de mandar la gente más veterana cómo suele ser la leña necesaria para mantener el calor del fuego familiar de una relación amigable y próspera en pleno fervor. Brian y yo tuvimos el gran honor de participar en estos festivales protocolares en ciertas ocasiones, preparados para sumergirnos en el mundo de contactos importantes, representando la juventud de nuestro país bajo los criterios más refinados. Estas ceremonias generalmente eran con el propósito de marcar fechas especiales tales como el día nacional o en este caso, el 63º cumpleaños del Emperador Akihito de Japón, el 17 de diciembre de 1996 en la residencia oficial japonesa. 

El Embajador del Japón Aoki con su esposa  Naoko reciben el Canciller Francisco Tudela

Ese mismo martes por la tarde, Brian y yo descansábamos como lagartijas bajo el sol, disfrutando de programación televisiva americana de lo más estupefiante – teníamos los canales principales procedentes de Denver, Colorado, gracias a nuestro querido proveedor Cable Mágico – mientras Maman cumplía con un plazo estrictamente marcado para entregar las notas de sus alumnos cerrando el ciclo del semestre. La mobilidad de Dad se vió terriblemente limitada al contraer un terrible virus estomacal obligándolo a permanecer lo más cerca posible de su fiel amigo hecho de porcelana blanca. Mejor no entremos en más detalles sobre este tema. Él era la mano derecha de nuestro embajador, lo cual significaba que debía ir a la función diplomática esa misma noche, pero debido a su malestar, rehusó educadamente su asistencia. Nuestro Embajador Anthony Vincent y esposa, Lucie, fueron los únicos representando nuestro gran cuerpo diplomático brindando una sonrisa amable, una gran caracteristica que define nuestro país. Además de ellos, los padres de varios de mis amigos del colegio habían sido invitados para participar en ese momento tan especial, brindando un gran respeto al pueblo japonés. La gente de la tierra del sol naciente también tuvo el gran honor de recibir miembros de la familia del Presidente Alberto Fujimori (varios de ellos muy activos en el mundo político), ministros de gabinete y de gobierno. ¡Qué gran lista de celebridades!.

La elegante velada prometedora se vió interrumpida por un gran tamborazo. En ese momento, se mezclo al coctel con un elemento infiltrado transformándolo así al estilo Molotov. Una gran detonación en uno de los muros en la parte de atrás de la residencia, dando paso a 14 miembros del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (mejor conocido por las siglas MRTA), con Nestor Cerpa Cartolini encabezando la lista de los intrusos a la fiesta. Mientras Tim Taylor y sus payasadas en Tool Time nos mantenían ocupados tanto a Brian como a mí, Dad bajaba las escaleras ahora vestido en su muda laboral, seguido por mi Maman, ambos entrando a un galope frenético para que mi madre lo despidiera dejándolo a la suerte de la oscuridad de la noche limeña. Aparentemente, el chofer del Embajador Vincent, Segundo, lo había llamado por teléfono para avisarle que algo andaba terriblemente mal. Mi hermano y yo, nos preguntábamos lo que sucedía sin tener ni un momento para llegar a cualquier conclusión. Mi madre se acercó a nosotros anunciado a la vez de cambiar el canal para ver las noticias locales. Como hijos sumamente obedientes, lo cambiamos sólo para ver el barrio de San Isidro – un prestigioso barrio de Lima – sin poder ver esos anuncios estilo CNN explicando los acontecimientos, viendo la cobertura de los hechos. De repente, pudimos distinguir todo tipo de vehículos militares, la versión peruana del SWAT americano y otros agentes de seguridad apoderándose de las calles en un ambiente impregnado de aire lacrimógeno y disparos intercambiados. Lo único que los medios parecían haber averiguado fue la explosión pero al parecer nada más. El peruano ya conocía ese mundo de explosivos, coches-bomba y violencia de aquella época oscura del terrorismo que juraban haber dejado atrás con el paso del tiempo, al ver el Sendero Luminoso y su liderazgo derrotados.

Después de largas horas de ver el reportage sin tener noticias de Dad, parecía que se nos definía lo sucedido. Una crisis de rehenes. Mi padre estaba en la Embajada en Miraflores, organizando un centro de control para la crisis al intentar de averiguar detalles de conflicto cuadrando informaciones con Ottawa. Les pidió al agregado de la Policia Real Montada Canadiense, al personal de seguridad y a los servicios consulares que brindaran el apoyo necesario. Querían estar listos para cualquier incidente que se pudiera presentar. Mi primer reflejo ante tal situación fue de dar gracias a Dios por el malestar de mi padre y el trabajo de mi madre, si no, hubieran estado dentro de la caldera con los demás. Después el foco de mi concentración giró en torno de esa caldera y sus ingredientes. Pensé en la diversidad cultural y nacional que existía en mi colegio dándome cuenta que seguramente los padres de algunos de mis amigos estaban allí, dentro de la sopa que se preparaba. Realmente, hasta los conocidos del colegio. ¡Ufa! ¿Qué iba a pasar con ellos? ¿Volverían a ver sus padres nuevamente? ¿Podrían los terroristas ejecutar a alguno de ellos para demostrar al gobierno peruano su seriedad en este desafío rebelde? Todos los escenarios presentados en esas películas inyectadas de adrenalina y suspenso hollywoodense eran posibles. Seguramente esto nunca hubiera sucedido en el Canadá.

El Embajador Anthony Vincent al ser soltado por el MRTA


El reloj de pared marcaba las 2:00 AM y poco después vimos los primeros rehenes salir en libertad. Estos eran en su mayoría mujeres y miembros exclusivos del club de la tercera edad. Dentro del elemento femenino, los terroristas acaban de soltar nada más ni nada menos que la madre de Alberto Fujimori, quien hubiera pudido ser una pieza importante en futuras negociaciones con el gobierno. Ésta era una sociedad dominada por el género masculino, compartiendo ese elemento con muchos vecinos en la región, entonces era imposible ver más allá del aspecto femenino y el valor estratégico de esa mujer. Dentro de las próximas 24 horas, nuestro Embajador Anthony Vincent salió libre junto con Heribert Woeckell de Alemania y Alcibiades Carokis de Grecia (ambos volaron en el primer avión disponible rumbo a su país de origen al recobrar la dulce libertad) y Armando Lecaros, el Ministro de Relaciones Exteriores en aquel momento. El MRTA los soltó bajo los términos de que entregaran lo que exigían al Presidente Fujimori para poner en marcha la negociación. Los peruanos no podían ceder su posición ante los revolucionarios, negándose a mediaciones y su jefe de estado jamás recibió ni a Vincent, ni a Lecaros. No era aún el momento ni como para bajar la guardia ni para respirar aliviados porque aún faltaba por determinarse el futuro de los demás,  más de 300 rehenes en la residencia japonesa, mismo mucho después al ver que permanecían 72. Algunos de mis amigos como Kensuke Kobayashi y Jorge Gumucio iban a tener que esperar mucho tiempo en el limbo sin saber si algún día volverían a abrazar a sus padres en casa.

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