Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 24 de abril de 2011

El Mundo Sin Fronteras

Durante los dos primeros años que vivimos en Santiago, mis padres aprovecharon oportunidades para convertir tanto a Brian como a mí en jóvenes caballeros. Los canadienses de cualquier parte del país tienen la fama de ser gente amable y bien educada, pero el protocolo y la formalidad están desapareciendo debido a que gran parte de la población considera este comportamiento como pedante. Existe también una proporción pequeña de gente quienes se colocan en la banda contraria considerándose la elite, definiendo su estatus social con poder adquisitivo de productos y servicios lujosos, se fijan más en el precio que la utilidad de lo que obtienen. Podemos decir que es una mentalidad de consumismo que determina la felicidad por vía del materialismo. Mi hermano y yo fuimos criados apreciando lo que tenemos sin necesidad de ver la etiqueta del precio, y sobre todo respetando también a todas y cada una de las personas sin importar la cantidad de dinero que tengan en su cuenta de ahorros. Brian y yo éramos niños muy sociables, capaces de establecer y fomentar amistades con toda persona dispuesta a conversar con nosotros. Este principio es algo que me ha servido toda la vida, permitiéndome sentirme cómodo tratando desde huérfanos incapacitados hasta conversando con políticos y dignatarios extranjeros.

Maman, Mémé y yo en frente del Palacio La Moneda

Tuvimos varias recepciones y funciones formales en nuestro casa, en las cuales el protocolo dictaba que los anfitriones debían permanecer a la entrada de la casa para recibir a los invitados. El protocolo nos es un comportamiento snob si no una serie de atenciones de los anfitriones hacía sus invitados, asegurando que domine un ambiente de respeto y cordialidad. Durante la mayoría de los eventos, Brian y yo, nos vestíamos con nuestra ropa la más elegante mientras acompañábamos a mis padres, estrechando la mano dando la bienvenida a todos los que llegaban. Me pregunto cuantos niños jugaban un rol similar a este, dando una bienvenida "¿Como le va?" seguido por un "encantado" después de cada introducción. En ciertas ocasiones, el personal de la embajada que nos conocía a los dos intercambiaba algún comentario amable. En Santiago, Brian y yo habíamos ganado el afecto del personal de la embajada dado que la mayoría de ellos tenían hijos mayores o adolescentes. Esto nos ayudó a permanecer dentro del rango de lindos. De alguna manera éramos también los hijos de la Embajada. Generalmente, después de la formalidad de la bienvenida, seguía la rutina de circular entre la gente charlando o escuchar atentamente lo que los grandes tenían que decir. Esto me encantaba porque me permitía aprender como funcionaban los intercambios entre diplomáticos y aprender el lenguaje formal que usan para ciertas cosas. En cuanto nuestros invitados eran llamados para pasar a cenar, Brian y yo nos despedíamos dirigiéndonos hacia la cocina para probar nuestra comida y continuar la noche a solas sin hacer ruido a los adultos. Algunas veces los invitados también gozaban del gran placer de ser deleitados por el joven dúo musical de los Bickford.

Viviendo en un país con una cultura tan rica y homogénea nos permitió a Brian y a mí adoptar ciertos aspectos culturales de Chile. Sin embargo, también fuimos expuestos a un ambiente multicultural variado debido a la necesidad de los expatriados que siempre anhelan encontrar elementos de lo que es su país de origen en el nuevo país donde radican. Haciendo referencia a mi experiencia personal, he determinado que los expatriados pueden dividirse en dos grupos muy distintos. El primer grupo consta de personas emocionadas por la nueva aventura de vivir en un nuevo ambiente junto con una cierta felicidad de expander sus horizontes al salir de su propio país. Esta gente generalmente entra en una fascinación por el cambio presentado en el estilo de vida y empieza a adoptar elementos de la nueva cultura como suyas. En muchos casos, no se olvidan de dónde vienen pero empiezan a sentirse más cómodos en el país que les abrió los brazos. El otro grupo es todo lo contrario. Simplemente no les gustó el cambio pues pasan minuto a minuto buscando elementos que sean paralelos a su país de origen y no logran encontrar semejanzas. Sueñan con el día en el que dejarán esta existencia difícil para volver a su tierra querida. He conocido personas de ambos grupos y prefiero el primero. Me encanta el cambio considerando esto como un proceso de descubrimiento personal y disfruto conocer gente dispuesta a compartir sus experiencias de vida. Cada persona vive la vida a su manera muy única y un día el intercambio de conocimientos pueden ser tremendamente útiles.

Nunca opté por crear un sistema de preferencia, ya sea los chilenos, los canadienses o cualquier otro expatriado. Crecí entendiendo que existían fronteras geográficas entre países pero también noté que poseía una mezcla cultural entre mis chilenos y los demás. Al observar mi familia, me daba cuenta que ya contaba con una gran diversidad cultural, con familia originarios de Bélgica, España, Francia, Inglaterra, Gales y probablemente otras nacionalidades entre más buscaba en mi árbol genealógico. Tengo familia en Canadá, España, Francia, Inglaterra, Italia, México y los Estados Unidos sin olvidar por supuesto a los grandes amigos quienes conocí a lo largo del camino de la vida que vienen siendo como la familia que uno adopta. Los expatriados tienen un gran elemento que los une a todos: el estar lejos de casa. Mis padres establecieron amistades con políticos, diplomáticos y empresarios en las diferentes funciones oficiales donde debían representar a su país esto también permitió que mi hermano y yo nos hiciéramos más amigos. Las comunidades de expatriados son generalmente pequeñas, lo cual permite establecer más fácilmente un enlace lo que hizo que de repente Brian y yo empezaramos a tener amigos de nuestra edad de Alemania, Argentina, Bélgica, Canadá, Dinamarca, España, Nueva Zelanda, Suiza y quizás otros países que han eludido los archivos detallados de mi memoria de mi infancia. A los que no haya mencionado, si están leyendo este texto, les pido disculpas y les aseguro que los guardo todos en un lugar especial de mi corazón y memoria. Recuerdo que Brian y yo habíamos creado una linda amistad con las hijas del Embajador de Nueva Zelanda, quienes eran de nuestra edad y hablaban un castellano impecable. Ellas fueron mis primeras amigas de habla inglesa desde mi niñez en Ottawa. Hablaban con un acento muy interesante parecido al de Mick Dundee pero con algunas diferencias, lo cual me tenía muy intrigado. Nos encontramos varias veces con la familia Kiwi por pura coincidencia cuando íbamos de viaje fuera de Santiago.

El guardián de Santiago con su gorra del Canadá

Mientras Brian y yo continuábamos nuestro programa de inmersión multicultural, empezábamos a darnos cuenta lo importante que era nuestro comportamiento hacia gente de nuestra edad o mayor, pues de cierta manera representábamos nuestro país. Queríamos que el Canadá, sea una persona o una población entera, se sintiera orgulloso de nosotros. El año pasado, recuerdo haber recibido un mensaje por Facebook de un gran amigo y compañero de curso, francés, de nuestra época juntos en Santiago, Stéphane Simon, quién me comentó que yo era su amigo canadiense. Fue para mi un gran honor permanecer en la memoria de una persona como representación de un país. Debido a mis experiencias en este tema intercultural, encontré dentro de mi persona una compasión hacia gente recién llegada a lugares donde gozo de una cierta veteranía, intentando de ayudarlos a establecerse a un nuevo hogar desconocido. Me había hecho amigo de un niño surafricano y lo recuerdo muy bien. Era dos años menor que mis compañeros de la alliance y yo, pero de igual manera decidí encargarme de él. Stéphane también se unió a mi idea. Lo invitábamos siempre a unirse a nuestras actividades para que se sintiera parte del grupo cada vez que nos reuníamos a jugar. Ya tenía a mi temprana edad un gran ejemplo de mis amigos chilenos de cómo darle una gran bienvenida a un extranjero desde el primer día en la Alliance. Continuo hasta la fecha extendiendo una mano de amistad adquirida en Chile esperando poder ayudar en cuanto a la transición hacia un nuevo hogar y una nueva vida.

domingo, 17 de abril de 2011

Una Visita Especial

El vivir lejos de la familia puede resultar uno de los aspectos más difíciles de vivir en el extranjero durante largo tiempo. Tanto a Brian como a mí, nos hizo falta estar cerca de nuestros abuelos, tíos, tías y primos para establecer lazos en forma continua. Éstas fueron relaciones especiales que pudimos establecer de mejor manera una vez que crecimos al poder establecer una mejor comunicación a un nivel más elevado. Normalmente, un año consta en forma aproximada de cinquenta y dos semanas y por lo general, dedicábamos dos semanas para ir de visita a ver a la familia de mi padre y de mi madre. Las demás semanas las pasábamos en el país que se nos había asignado. Los viajes internacionales en esa época eran bastante más caros que en la actualidad (algunas personas consideran que aún siguen caros) y la disponibilidad hacía el crédito no estaba tan generalizada como ahora, por lo tanto, el número de viajeros era menor que en la actualidad. Las visitas a nuestra familia eran importantes ya que al parecer nadie podía venir a vernos. Sin embargo, había una gran excepción: mi Mémé. Era mi abuela maternal quien quedó viuda en 1984. Le encantaba viajar, especialmente para ir a ver a sus nietos extranjeros, Brian y yo. No pudo disfrutar de esto tanto como hubiese querido debido a nuestras rotaciones de cada tres años de un país a otro. Cuando venía a visitarnos siempre era un aspecto que destacaba, por lo general se quedaba con nosotros algunos meses aunque jamás parecía ser tiempo suficiente. Era el tipo de visita que nunca quiere uno que se marche. Fue a pasar algún tiempo con nosotros cuando estuvimos de misión en Caracas, pero parece que recuerdo mejor su viaje a Santiago. Debo decir que el haberla tenido y que haya estado presente en nuestras vidas fue una gran bendición.

Brian, Maman, yo y Mémé comiendo en el Cajón del Maipo
Paseamos a Mémé dándole un gran tour de los lugares más importantes de la capital de la nación así como otros puntos de interés que ya nos eran conocidos como Farrellones, Santa Teresa de los Andes, Valparaiso y el tranquilo paraíso que conocíamos como Reñaca. La mayor parte del tiempo que pasó con nosotros fue en la gran humareda. Volvimos a asumir nuestras actividades de rutina haciendo algunos ajustes para estar seguros de que nuestra invitada especial estuviera lo más contenta posible. Mientras estábamos en la escuela, ella podía disfrutar algunas horas con su hija (mi Maman) a quien no tenía la oportunidad de ver muy seguido desde que se casó con mi papá, para dar inicio a una vida emocionante como esposa de un diplomático. La familia de mi mamá siempre había sido muy unida y el volver a ver su mamá era una gran oportunidad para volver a estar juntas. Siempre hay algo muy especial cuando se ha tenido ese tipo de lazo en la familia, aquello lo reconforta a uno cuando se tiene una persona cercana a su lado. Esto hace una gran diferencia. Por la tarde, en cuanto Brian y yo llegábamos a casa, echábamos carreras para llegar a buscar a Mémé buscando cualquier pretexto para sentarnos a su lado. Nos sentábamos junto a ella para conversar, traíamos nuestros juguetes para jugar cerca de ella o bien hacer nuestra tarea disfrutando de su compañía. Siempre nos daba mucho apoyo y gracias a ella, aprendí mis tables de multiplicar a la velocidad de la luz. De repente, ya podía yo multiplicar mentalmente sin ayuda de la calculadora a partir de la de 2x2 hasta la de 12x12. Me ayudaba a aprender de memoria poemas para el colegio, nos alentaba porque sabía que nada era imposible para sus nietos. Todo lo que decía se me quedaba siempre grabado en la memoria: “Sólo a los tontos les va mal”. Éste se convirtió en uno de mis tantos lemas hasta la fecha.

Mi padre había comprado una guitara tallada a mano preciosa que venía en un estuche de cuero en uno de sus viajes a Paraguay y ahora ésta era la perfecta oportunidad para darle a Mémé su regalo. Mi Pépé tenía su propia guitarra clásica y la tocaba bien, pero después de su fallecimiento, mi abuela empezó a aprender sola. Era maravillosa como músico y estoy seguro que si hubiera tenido más tiempo libre durante su juventud, le hubiera dedicado más tiempo a este pasatiempo. Según lo que siempre me contó mi madre y su hermana, mi tía Annie, siempre se ocupó de su familia y era capaz de hacer casi todo, nunca se le hacía imposible. Ambas dos, mi Maman y Tati Annie han heredado esta increíble calidad y me atrevo a pensar que sus nietos también. Teníamos un piano en casa porque Brian y yo habíamos despertado interés por este pasatiempo y a Mémé le gustaba tocar una melodía en el piano y más tarde supe que era de Xavier Cugat. Creo que se llamaba “Cocktail Para Dos”. Tenía un excelente oído para la música y mi mamá me contó que nunca tomó clase de música. Tenía buen oído. Mis padres la apoyaban con respecto a sus ambiciones musicales y le tomaron un maestro para que le ayudara a seguir adelante con el gusto por la guitarra española. Empezó a aprender algunas notas (las cuales a su vez me las enseñó cuando compré mi propia guitarra cuando era adolescente) y canciones del clásico folclor chileno como “El Chilote Marino y “La Petaquita”. Brian y yo, nos uníamos a ella durante sus clases para verla tocar la guitarra y cantar y acompañarla al son de las nuevas canciones.

Las Condes era un barrio estaba principalmente conformado de casas particulares. No he vuelto desde entonces, pero el área de Apoquindo cerca de dónde vivíamos parece ser que se ha convertido en una zona de edificios según fotografías más recientes. Esta área era segura y muy buena para salir caminar y pasear por la tarde. Habían lugares increíbles para ir de compras como el Centro Comercial Caracol, Toyland y Apoquindo. No le tomó mucho tiempo a Mémé para familiarizarse con nuestra parte del mundo habiendonos acompañado a todos ellos. Se unía a nosotros todos los domingos por la mañana a nuestra caminata para ir a la iglesia que quedaba cerca de una glorieta bien cuidada llamada Ronda La Capitanía. Algunas veces, mi hermano y yo, nos escapábamos después de haber comulgado para unirnos a algunos de los chicos del parque para jugar fútbol. Creíamos que eramos tan listos, pero nos atrapaban siempre todos y cada uno de los fines de semana. Cuando ibamos a caminar con Mémé, también le decíamos que nos gustaban mucho los pequeños gelatos junto con otros postres à base de agua y que Pavarotti era nuestro lugar favorito, y siempre lo recordaba con gusto. Hasta haciamos apuestas con ella y el que perdía tenía que invitar el próximo gelato. También le gusto mucho el Parque Los Dominicos. Haciendo honor a su nombre, había un pequeño parque en forma de media luna y al final del parque, había un pequeño pueblo de artesanía. Algunas tiendas atesoraban antigüedades pero nuestro punto de interés era una tienda donde coleccionadores podían comprar estampillas de correo y monedas. Este lugar había servido en un pasado como una misión para sacerdotes y monjes de la orden dominicana. Sitios a los que fuimos con ella siempre nos dejaban nuevos recuerdos muy especiales, los cuáles siempre recordaremos con gran cariño, aún después de nuestra estadía en Chile.

Mémé tocando la guitarra paraguaya

Brian y yo nos acostumbramos a que mi abuela estuviera con nosotros. Era parte de nuestra vida cotidiana: al despertarnos, al llegar a casa después de la escuela, al ir al cine, al salir a cenar fuera, y en todo. La vida había dado un vuelco después de algunos meses de haber estado en una burbuja protectora familiar cuando, sin darnos cuenta, estábamos los cinco en nuestro Citroën rumbo al aeropuerto internacional Arturo Merino Benitez. Ella volvía a casa. Cada vez que esto sucedía, nunca fue fácil. Cuando era yo niño, siempre sentí que una eternidad tenía que pasar antes de volver a verla. Las semanas parecían años. Ibamos a extrañar su risa siempre tan animada, su compañía tan agradable y su guitarra. Todo volvía a la rutina normal y nuestra comunicación con Mémé se limitaría nuevamente al servicio de correo rápido como una tortuga olímpica. Esperamos en la terminal de salidas – en aquella época, era una sala donde la gente se sentaba a ver despegar los aviones que transportaban a su gente querida – para estar seguro de que el avión había salido sin ningún inconveniente y si había alguno todavía estábamos ahí. Recuerdo que siempre tenía yo la esperanza de que cancelaran su vuelo o bien que lo retrasaran para que pudiéramos estar unos minutos más con ella. La vimos subir a su avión y despegar con lágrimas en nuestros ojos y nos dejaba con un cierto vacío como recuerdo de que había estado aquí. Todo mundo volvimos a nuestras respectivas obligaciones como si su visita hubiera sido tan sólo un largo y maravilloso sueño. Teníamos que enfrentar nuestra realidad y los Cuatro Fantásticos tenían que continuar hacia delante.

domingo, 10 de abril de 2011

El Alto Paraná y Las Cataratas de Iguazú

El territorio paraguayo cuenta en gran parte con una escasa población y la mayoría de los asentamientos los habitan nativos guaranís. Tuve una oportunidad increíble de ir a conocer algunas poblaciones con mis padres y mi hermano. Recuerdo con cierto gusto, uno de los pueblos indígenas que recibía fondos canadienses para el desarrollo de un proyecto para una granja de patos. Al llegar en nuestro jeep diplomático acompañados por el Cónsul General, Bernardo Wiebe, toda la gente se acercó para saludarnos. Esperaban nuestra visita hacía tiempo y estaban felices de mostrar a los canadienses su progreso. Prestaban mucha atención tanto a mi hermano como a mí para estar seguros de que nos sintiésemos bienvenidos. La gente del pueblo nos llevó a dar una vuelta por la aldea y los corrales donde tenían los patos y nos explicaron el proceso de reproducción. Los ingresos que obtenían se utilizaban para mejorar la calidad de vida de toda la comunidad. Elogiaron la participación de Canadá sin tener ni la menor idea de dónde está situado ni de dónde eran estos generosos gringos. Este fue un momento de gran orgullo para mí como canadiense. Después de esa vuelta, nos invitaron a comer lo que las mujeres del pueblo habían preparado para nosotros, pues sabían que habíamos hecho un largo viaje para llegar hasta ahí. Prepararon algunos de sus platillos regionales: la famosa ‘sopa paraguaya’ y unas salchichas de color gris de consistencia algo peculiar. Nos sentamos en unas sillas, en un lugar al aire libre, en el centro de la aldea rodeados de hombres, mujeres y niños de origen guaraní, mirándonos para ver si nos gustaba lo que habían cocinado. Nos gustara o no, sabíamos que nos teníamos que comer todo, sonreir y pasárnos esa  comida a como diera lugar. No queríamos ofender la generosidad de nuestros anfitriones quienes posiblemente tuvieron que sacrificar sus propias raciones alimenticias para atender a sus invitados, entonces hicimos todo lo posible por comer la comida que nos prepararon. Una vez que terminamos de comer,  dimos las gracias a nuestros nuevos amigos por su hospitalidad para poder seguir en dirección del este y continuar nuestra aventura.

La represa Itaipu cortando el Rio Paraná
Conforme seguimos nuestro recorrido por caminos llenos de baches y casi sin tráfico, al ver el paisaje y su vegetación era algo que me parecía ya haber visto antes. Recuerdo que ibamos escuchando en el estereo del auto la canción Welcome To The Jungle de Guns N’ Roses. El hijo de Bernardo nos regaló, a Brian y a mí, la cinta más reciente de GNR, Appetite for Destruction, y sigue siendo una de las clásicas inmortales. Ahora, nos dirigíamos para rendir homenaje al majestuoso Río Paraná, el cual separa a Paraguay de Brasil. Este río es el segundo más grande de Sudamérica después del Amazonas, con una extensión aproximada de 4800km. Conforme fuimos recorriendo el camino y aproximándonos de Hernandarias, vimos unas pequeñas granjas y comunidades . Al pasar por la aldea, Bernardo nos explicaba que este lugar lo utilizaron como fuerza de trabajo durante la fase de construcción de la demarcación del lugar hacia nos dirigíamos para conocerlo y que quedaba a unos minutos de distancia. Por otra parte, la comunidad estaba compuesta de granjeros, artisanos y comerciantes de la localidad quienes tenían  sus negociosos en Ciudad del Este, Paraguay. La mayoría de los productos agrícolas producidos en esa área eran: maíz,  menta, trigo, algodón y yerba mate. Esta última es una tradición propia de los argentinos especialmente y la disfrutan, así como los brasileños (principalmente del sur), los chilenos, los paraguayos y los uruguayos. La preparación del ritual del mate es bastante simple. Primer paso: Preparación. Nunca utilisar agua hirviendo y tampoco hervir las hojas. El agua debe estar caliente. Vierta el agua caliente sobre las hojas y déjelo reposar por un instante. Esto permite que el agua y las hojas hagan fusión. Después de esto, se le puede añadir azúcar o miel al gusto si no le a agrada a uno el sabor amargo que lo distingue. Se debe evitar el uso de jarabes endulzantes porque no se mezclan bien. Ahora, ya está listo para la segunda parte: La presentación. El té se debe servir de preferencia en una calabaza llamada mate (es como un vaso hecho de cuero duro, aunque existen versiones más elegantes de plata) y se sorbe con una paja de metal llamado bombilla. Tercera parte: Consumo. La idea de este té es beberlo con los amigos formando parte de la vida social. La conversación no se trata de algún tema en especial, si no más bien de disfrutar de la compañía, al mismo tiempo que se toma el té, siendo éste parte clave del ritual. Un consejo para una conversación positiva: Nunca hay que hablar de política, de religión y ni de dinero. Este tipo de conversación acarrea una serie de discusiones. A menudo, los argentinos beben mate mientras juegan un juego entretenido llamado truco. Mis buenos amigos argentinos de la universidad en Ottawa despertaron en mí el interés por a la cultura del mate.

Más allá de la pequeña urbanización de Hernandarias yacía el Embalse de Itaipú del Río Paraná. Esta mega estructura masiva fue un esfuerzo que emprendieron los paraguayos y los brasileños en conjunto. La necesidad de esta represa surgió durante los años 1970 debido a que la población de Brasil había crecido de una forma exponencial y como resultado el consumo de energía también. Río de Janeiro y Sao Paulo, dos de las tres ciudades más grandes de Sudamérica, ya contaban con una población muy densa, pero tal progreso y mejoramiento en  cuanto a la calidad de vida atrajo aún más inmigración hacia estas metropolis. El gobierno brasileño optó, pensando que era más conveniente, el reducir la importación de más productos energéticos y que era mejor crear una fuente de energía confiable y sostenible. El Río Paraná, en particular en la región del Itaipú, se consideró como un lugar ideal para crear una inmensa represa hidroeléctrica, aprovechando la energía natural del caudal del río. Sólo para que tengan una idea en general de la importancia de esta facilidad, a partir de 2008, este embalse suministraba Paraguay al 90% y cerca del 19% al mercado energético de Brasil. La construcción del embalse – la planta de energía hidroeléctrica más grande del mundo hasta el 2009, año en el que, la represa Three Gorges en China ganó el prestigioso lugar  número 1 – generó una gran carga de negociaciones bilaterales. Paraguay y Brasil revisaron los procedimientos aceptables de inundaciones y los límites con el valle de Paraná, llevando a Buenos Aires a acudir a la mesa de negociaciones en alarma. Los argentinos se alarmaron pensando que un aumento del caudal del Río Paraná aumentaría los niveles de agua del Río de la Plata, causando inundaciones a su vez en Buenos Aires, el segundo centro urbano más grande de Sudamérica. Todas las preocupaciones respecto a los niveles de agua, indemnización a las personas desplazadas (muchos verían sus casas desaparecer y se veían obligados a reubicarse en otro lado) y metas de construcción fueron abordados tratando de garantizar un buen compromiso. En nuestra visita de 1991, la presa estaba ya funcionando y el monstruo de concreto ya terminado conviertiéndose en un monumento a la ardua labor de miles de paraguayos y brasileños por igual. Me sentí especialmente inspirado al pensar que dos naciones se unieron para emprender un proyecto mutuamente beneficioso poniendo a un lado la larga historia de las guerras y la rivalidades.

Nuestros planes después del Embalse Itaipú incluyeron una breve parada en un pequeño lugar de Brasil. Recuerdo haber sentido emoción pensando que regrezaba al país donde tuve mi primer hogar y escuchar nuevamente mi primer idioma una vez más. Nos ibamos a quedar sólo por la noche en el pueblo de Foz do Iguaçu, más o menos 20 km al sur de Itaipú. Nuestro alojamiento era modesto, pero a diferencia de la mayoría en la zona, era un hotel 5 estrellas. Esto no me incomodó para nada porque estaba cegado por la emoción de volver “a casa”. No se me ocurrió que en realidad mi hogar brasileño, Brasilia, quedaba a aproximadamente 1700 km de distancia de donde nos estábamos quedando. Como dicen, nuestro hogar es donde el está el corazón. Esa noche, los planes de Bernardo para nuestro grupo eran de ir a una cena brasileña – platillos brasileños eran algo que no me podía imaginar en mi glosario mental como gourmet, con excepción de los garotos y pao de queijo. Estaba en el vestíbulo con mi papa, el punto de encuentro y de partida para nuestra cita, cuando me acerqué al recepcionista del hotel para enterarme de las últimas noticias de mi país. Este a su vez fue muy amable y empezó a hablar conmigo acerca de la carreras de autos Fórmula Uno. Lo único que me venía a la mente era el valiente corredor de autos Ayrton Senna, uno de los más famosos hijos de la república carioca. Él había ganado tres campeonatos Fórmula Uno durante su carrera hasta que tuvo un final trágico en un accidente fatal durante el Campeonato San Marino en 1994. Nunca he sido un fanático de las carreras automobilísticas, viendo los autos pasar a una velocidad increíble en circuito cerrado, pero como mi compatriota estaba tan entusiasmado, sentí que tenía que compartir esto con pasión. No tenía suficiente tiempo para establecer una relación que perdurara con el recepcionista teniendo que cortar nuestra conversación al proceder con nuestros planes de grupo. No puedo recordar lo que comimos en el restaurante esa noche, lo que es extraño, pero recuerdo que había música y entretenimeinto en vivo. Esta era la gente alegre que me solían recordar mis padres a menudo. Mientras que algunas personas bailaban samba al ritmo de la banda animada, otros estaban sentados disfrutando de la comida y mirando el espectáculo. Nunca se debe uno sentir incómodo por no llevar el ritmo del baile. En Brasil, lo único que importa es moverse y sonreir. El baile es para divertirse y no para impresionar a alguien.

Yo posando en frente de las Caratas del Iguazú
Por la mañana cerca del pueblo de Foz do Iguaçu, pudimos observar la parte del Río Paraná quebrado creando un fenómeno natural importante y a la vez haciendo de este lugra una atracción turística de donde el pueblo lleva el nombre: las Cataratas del Iguaçu. Aquí, en esta parte las cataratas y el río dividen la región del Paraná de Brasil y Misiones, Argentina. La formación natural del suelo separaba el río en una red de más de 200 caídas de agua de diferentes formas y tamaños. La más grande se llama la Garganta del Diablo. Es fácil recordar este nombre. Los nativos guaranís era gente de historias y leyendas para todos los elementos diversos de la vida, incluyendo las cascadas. La historia quedó un poco borrosa en el laberinto de mis recuerdos pero seguramente se puede encontrar en el internet, como la mayoría de las cosas en la actualidad. Según lo que puedo rescatar de la bóveda mental, la creación de las cataratas se dió cuando un Diós enfurecido tomó su venganza contra unos mortales castigando una fatal traición. Independientemente de como era el cuento, al admirar esta maravilla natural y la grandeza de la misma era historia suficiente para mí. Existe una sensación con cierta similitud que puede uno sentir dentro de sí al observar las Cataratas del Niagara junto con el hipnotismo del flujo y reflujo de los millones de litros de agua. Mi experiencia de las Cataratas del Niagara la sentí así cuando fui por primera vez a mediados de los 1990, pero Iguaçu lo sentí más genuino debido a que no habían inmensos casinos, ni hoteles tapando el cielo y la falta de parques de diversión. Algunas veces, la mejor manera de perderse en el esplendor de la naturaleza es de no tener elementos extraños en su entorno porque sólo distraen la atención de lo que en realidad es la belleza natural. Al terminar nuestra visita del parque nacional y dejar atrás Brasil una vez más, me dolió el corazón marcharme de mi país. El día de nuestra partida de Paraguay hacia Santiago estaba cerca minuto a minuto y me sentí algo extraño – debido a la falta de una palabra mejor. Me marchaba de Brasil el que fue mi “hogar” alguna vez en mi vida, para regresar a mi "hogar" en Chile, aún así aunque supuestamente mi verdadero "hogar" estaba en Canadá. De un modo u otro, me encantó el viaje y estaba ansioso de volver al colegio para contarles a mis amigos esta nueva aventura.

domingo, 3 de abril de 2011

Paraguay - Asunción, El Corazón del Chaco

En la planicie del Gran Chaco en la orilla oriental embalsamada de un clima cálido y semi-árido, yace Asunción, Paraguay.  Los limites fronterizos con Paraguay son la Argentina, Bolivia y Brasil, al mismo tiempo siendo los principales socios comerciales de este pequeño país. Además, es uno de sólo dos países del continente sin salida al mar y contiene una población de aproximadamente 6.3 millones de habitantes, predominantemente de origen mestizo - de antepasados de origen europeo y autóctono. También cuenta con varios asentamientos indígenas esparcidos por todo el país así como una colonia menonita con algunos vínculos con el Canadá. Mi padre viajaba con cierta frecuencia a estas regiones en visitas oficiales ya que nuestra Embajada en Chile tenia concurrencia con el Paraguay. La representación oficial del Canadá en la capital era un consulado que se dedicaba principalmente a iniciativas para el desarrollo, servicios de inmigración, comercio y a la vez asistir a los ciudadanos canadienses. Santiago tomaba cargo de las responsabilidades de tipo político. La primera vez que fui a Asunción fue en 1991 durante la pausa escolar de invierno que teníamos Brian y yo.  Estaba muy feliz de ir a conocer este país y descubrir sus tradiciones, acentos e idiomas. Es el único país de Sudamérica oficialmente bilingüe, reconociendo como idiomas oficiales el castellano y el guaraní, la lengua materna de los orgullosos guerreros del Chaco. La selección de fútbol nacional paraguaya utiliza el guaraní como método de preferencia ante sus rivales ya que este idioma no tienen ningún parecido al castellano ni el portugués.


Bandera de Paraguay, adoptada en 1988.

Durante el tiempo que estuvimos en Asunción, nos hospedamos en el Hotel Guaraní que contaba con una gran ubicación con vista espectacular sobre el Rio Paraguay que alcanzábamos a ver desde la ventana de la habitación. La elegante decoración así como las amenidades del local siendo una ganga debido al costo de vida, el cual es relativamente barato, comparado al de muchos otros lugares del mundo. Recuerdo que inicialmente quede sumamente sorprendido al consultar la lista de los artículos del mini bar y cada uno de ellos aparecía en esa lista con un valor dentro de los miles en su propia moneda, llamada también Guaraní. Claro esta que teniendo tan solo 10 anos y mis padres ambos dos proporcionando un estilo de vida responsable, no alcanzaba a entender el concepto del cambio de divisa. Sabía de la existencia del peso chileno, el guaraní paraguayo, el dólar estadounidense, pero no el concepto de los precios, entónces decidí que era mejor evitar los servicios que proporcionaba nuestro diminuto refrigerador. No quería propulsar una recesión económica en cuanto a las finanzas de mi familia. Al recorrer las calles aledañas al hotel junto con mi familia, me di cuenta de que la moneda local jugaba un papel secundario porque la mayoría de los comerciantes y tenderos, aceptaban con gusto efectivo en dólares de los Estados Unidos. Existía un componente ingles dentro de su propia cultura y este era el dólar americano. Supongo que durante nuestra estadía en la nación del Chaco, la inflación tal vez era muy elevada y al estarse devaluando su moneda, una más estable era bienvenida. Anteriormente, nunca había visto el uso de una moneda extranjera tan ampliamente utilizada.
El ir de compras en Paraguay era otra ganga. La gente llegaba de los países vecinos para comprar ropa hecha de cuero, artesanías y las leyes de derechos de autor eran bastante flexibles. El país tenia fama de copiar objetos de calidad y de vender toda clase de artículos robados. Las tiendas circundantes al hotel tenían una propia y excepcional elegancia. La mayoría de los negocios eran de coreanos - un gran numero de Coreanos se establecieron en Paraguay entre 1975 y 1990 -  y tenían una enorme dificultad en comunicarse en castellano. Me preguntaba si podían expresarse mejor en Guaraní - vendían todo tipos de artículos y objetos interesantes originarios de Asia. Mis padres nos compraron a Brian y a mi, dos pequeños radios para que pudiésemos escuchar nuestros casetes porque nos empezaba a gustar la música, por ejemplo Guns N' Roses, MC Hammer, Roxette y Vanilla Ice. No muy buen gusto pero musical claro, pero todos pasamos una época de gustos raros. Ni mi mamá ni mi papá contaban con la mala calidad en aquella época de la industria asiática emergente pero los radios no duraron mucho tiempo después de nuestro regreso a Santiago. Otros comercios cercanos vendían juegos de video para Atari y Nintendo en donde Brian y yo encontramos el juego de Ninja Gaiden. Era el sueño de todo niño el llegar a tenerlo. Mi padre descubrió otro juego de Lucha Sumo y nos lo compro pensando que era una gran adquisición para nuestra colección de juegos. Lo mas divertido de estos juegos era el conectarlos a la consola y tanto el dialogo como el texto eran en japonés. Era imposible de entender el juego Sumo en si, nos daba la impresión de que nunca llegábamos al fin pero nos hizo reír muchísimo.

Los vendedores ambulantes, lo que suele ser muy común en la mayoría de los centros urbanos de Latinoamérica, abundaban en Asunción. Los paraguayos era vendedores increíbles. Se veía gente parada en las esquinas de las calles vendiendo abrigos de cuero y en cuanto caía una lluvia torrencial inmediatamente lograban remplazar esa mercancía por paragüas e impermeables. !Que talento fenomenal! En uno de nuestras rondas por las calles, se nos acercó un hombre queriendo vendernos relojes de pulso. En su repertorio ofrecía marcas de alta escala a precios muy económicos como Cartier, Longines, Rolex y otras. A primera vista estos relojes lucían como muy buenas imitaciones. Era un tanto cuanto difícil el poder determinar si la apariencia iba de acuerdo al mecanismo interno y si este era de calidad superior. Este aspecto es la clave para regatear con el vendedor. La ley de la ciudad era negociar todo. Las etiquetas con precio eran inexistentes. Si acaba uno pagando $25 dólares US por un reloj en la calle, te conviertes en el chiste de toda la ciudad. Mi padre siendo muy generoso nos compró un fabuloso reloj barato a cada uno y los usamos inmediatamente. Me sentía tan feliz con el mio y no paraba de ver todo el tiempo la hora, a cada paso que daba. No recuerdo que marca era la imitación pero era digital y además hasta estaba marcado que era a prueba de agua. Sin embargo, una vez que estábamos de regreso en el hotel para arreglarnos para ir a cenar, recordé que me tenía que lavar las manos en el baño antes de partir y tenía puesto mi flamante accesorio nuevo el cual reprobó la prueba de agua. Me sentí tan decepcionado.


Maman, Brian y yo en frente del Palacio de los López

La mayoría de la población vive en casas humildes pero son orgullosos y emprendedores. Pudimos darnos cuenta de ello al hacer nuestras múltiples visitas en los lugares destacados de Asunción. El Palacio de los López es la sede oficial del gobierno nacional y el lugar desde donde trabaja el presidente. Este precioso edificio colonial blanco estaba rodeado de jardines bien cuidados inspirando tranquilidad y los arbustos estaban podados en forma de esferas. Me imagino que mi padre debe haber tenido que entrar a este palacio cuando solía acompañar al embajador de Canadá para la presentación de sus cartas credenciales al Presidente Andrés Rodríguez. Las personas que llegan hasta esta ciudad para conocerla también caminan por la Calle Palma, donde se encuentran algunos edificios coloniales de la era de los españoles que aun reflejan el paso de la historia para aprenderla. La arquitectura me pareció espectacular dando la bienvenida a cuanto peatón se acercara ya fuese de ahí mismo o extranjero. Otro lugar que no podía pasar por alto, era la antigua estación central ferroviaria, donde la mayoría de los trenes habían pasado de moda. Daba la impresión de que casi no se había utilisado la red ferroviaria aparte de los trenes que estaban relegados para el transporte de turistas para ir a los jardines botánicos. Los trenes que salían de la estación los alimentaban con leña lo que resultaba extremadamente caro para poder mantenerlos pero a la vez resultaba ser divertido verlos en acción. El transporte comercial e industrial en gran parte se hacia usando barcos y camiones. Por último, pasamos algo de tiempo en el zoológico para conocer el reino animal, con un recuerdo increíble de haber visto un pájaro enorme que parecía destacarse en el récord mundial de dejar su estiércol en el mismo montón.