Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 5 de agosto de 2012

España, La Madre Patria

España inició como el primer umbral hacia América poco después del año 1492, cuando Colón partió hacia el Nuevo Mundo. El día recordando el famoso desembarque en tierras nuevas al otro lado del charco fue tan monumental que se sigue conmemorando el 12 de octubre de norte a sur, (con algunas excepciones por ejemplo, el Canadá) llamado en los EE.UU. “El Dia de Colón”, en varios países de Latinoamérica “El Dia de la Raza”, en España “El Dia de la Hispanidad” entre otros. Aunque nuestro querido Cristóbal y sus fieles seguidores no lograron llegar a Las Indias, la que era la idea principal, pero establecieron todo un legado a una región completa. Gran parte de América latina y del Caribe hispanos trazan sus raíces culturales de la Madre Patria – mismo cuando muchos desmienten este hecho – agregando a esto, azúcar proveniente de culturas autóctonas. 

El mundo no es plano como una tortilla

Mi primera aventura en España fue durante la temporada de invierno en el 2004, con el propósito de visitar universidades donde seguiría mis estudios de posgrado en derecho internacional. En Ontario, normalmente tenemos una semana de vacaviones en febrero llamada “Semana de Lectura”, que utilicé como el momento perfecto para hacer ese viaje. Disponía de un interés profundo sintiéndome Sudamericano – una afiliacion desarrollada por el tiempo vivido en ese continente – y mis conocimientos culturales e históricos de la Made Patria eran estríctamente didácticos. Además, algo de España forma parte mí, siendo que Castilla y León figura dentro de mis raíces ancestrales por parte de mi abuela materna. Era poco decir en ese momento que estaba emocionado de poder hacer ese gran viaje. 

La etapa inicial del viaje fue en Madrid, la capital ubicada literalmente en el centro geográfico del territorio español. Al llegar, me sorprendío la ciudad que en términos europeos, es una urbanización con construcciones nuevas. Ésta era, simplemente un pequeño pueblo cuando el Rey Felipe II instaló su palacio real allí, al salir de Toledo, pero el boom realmente se sintió en el siglo XVIII en la época de los reyes Borbones – y no, esta familia real no tenía nada que ver con el whisky de Kentucky o Tennessee, aunque seguramente eran veteranos en la cultura del trago. Un paralelo muy interesante es que muchas de las edificaciones coloniales en América latina comparten un parecido alucinante con la arquitectura madrileña. Después del eterno exilio en el Canadá, me sentí como si hubiese vuelto a una capital Sudamericana porque muchas construcciones me recordaban el centro de Santiago, de Lima y de la Ciudad de México. 

Mi primera impresión de los madrileños fue de pensar que son personas muy nerviosas. Para la gente que jamás ha estado en esa ciudad, uno puede sentirse odiado por los residentes. Tomé un taxi en La Castellana y al cerrar la puerta, el taxista me acogió de manera agresiva y vulgar, comentando “¡Los extranjeros siempre cierran la puerta como bestias!” – le bajé al tono del comentario inicial. Poco después de este intercambio incómodo, continuo haciendo ruídos de frustración, quizás debido a mi presencia, resignado de tener que conducir turistas mismo si le pagaban por hacerlo. No fue cuestión de mucho tiempo, quizás unos 15 minutos, hasta que volvió a hablarme de su bendita puerta y respondí que parara su taxi y me dejara salir. Me negué a pagarle por el corto trayecto, explicándole que me rehusaba a pagar por un servicio tan pésimo y su actitud indignante. Espero que este caballero haya aprendido algo en cuanto al respeto. 

La preciosas calles de Madrid

No puedo decirl que todos fueron tan desagradables. Ese comportamiento es algo que considero como el síndrome capitalino, donde los residentes en esta ciudad viven un ritmo agitado. Podría ser que era demasiado el estrés de tener que equilibrar la política, la economía y la cultura de un pais. Sin embargo, conocí mucha gente tremendamente agradable quienes compartían mucho del comportamiento acogedor, simpático y alegre de los latinoamericanos. La similitud era impresionante. La gran diferencia era sin duda el idioma. Los latinoamericanos suelen desarrollar mucho las ideas en sus comentarios y suelen armarse de explicaciones en cambio los españoles prefieren ir directo al grano. Al no tener costumbre de esa forma de ser, uno suele sentirse amenazado por la falta de protocolo. Luego, fui a descubrir Sevilla.

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