Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 29 de enero de 2012

El Rey De La Selva


Mi colegio en Lima tenía muy buenas oportunidades para expandir los horizontes de los jóvenes. Los viajes de curso figuraban entre éstas. Claro que la billetera de nuestros padres, además de tener que pagar una colegiatura ciertamente elevada, se veía una vez más vacía por el costo de estos privilegios, pero era un gran beneficio para sus hijos. En 10º Grado, el Profesor Antonio – tanto un magnífico educador como persona, proveniente de la provincia de la Columbia Británica – invitó a los padres de familia a su salón, donde hizo su presentación anual sobre la selva peruana. Como jefe del departamento de ciencias, el organizaba un viaje al Parque Nacional Manú (una reserva biosférica ubicada en Madre de Dios, Perú) junto con un voluntario empleado por el colegio y otros profesionales del área para servir de guías. Todo parecía muy prometedor.

Un paseo por el rio Manú

Mis amigos, nuestros padres y yo, nos sentamos atentamente a escuchar la presentación. El Profesor Antonio convenció prácticamente a todos los extranjeros de esta provechosa experiencia para sus hijos, sobre todo al indicar que les cambiaría la vida para siempre. No se trataba de cualquier paseo en el campo. Para nada. La madre naturaleza era la reina de esas tierras y sus criaturas imponían su doctrina. Este lugar logró conservarse hasta la fecha por su terreno totalmente inaccesible. Es el Parque Nacional más grande del Perú, cubriendo un área de 15,000 km2. Contiene uno de los niveles más altos de biodiversidad de cualquier otro parque en el mundo, con un increíble número de especies en cuanto a plantas y animales. Muchos de ellos eran venenosos, incluyendo unas hormigas inmensas. Quizás si se te acercaba un puma y te lamía la cara, tendrían que llevarte en helicóptero al hospital de inmediato. No habían seres humanos tal y como los conocemos por unos 60 kms de distancia hasta el campamento y la única forma de llegar hasta allí era en barco por un río – si no me equivoco, este llevaba el mismo nombre que la reserva ecológica.

Yo no estaba del todo convencido de ir a ese lugar pues ya había visitado ese tipo de lugar en Cumaná, Venezuela a finales de los años 80, por lo tanto sentía que no había nada nuevo que ver. Ya era yo adolescente, entonces era difícil impresionarme – como la mayoría a esa edad. Poco después recibí la lamentable noticia que ninguno de mis amigos o sus padres estaban convencidos que valía la pena invertir en tal expedición, entonces no irían. El balance ahora favorecía lo negativo, pues ahora no me interesaba para nada pasar siete días con compañeros con los que realmente no me llevaba. Recuerden, yo era muy tímido en esa época entonces era agobiante estar obligado a conversar con gente que no era de mi grupo. Por otro lado, mis padres se sentían totalmente comprometidos con la idea que proponía el Profesor Antonio y que esa experiencia me cambiaría la vida para siempre. Además, creo que ellos hubieran adorado planear ese viaje con sus dos hijos pero les era imposible. Desafortunadamente para ellos, era una excursión que requería un grupo de personas dispuestas a pasar una semana en condiciones de vida muy básicas. Esta es la definición de “estar desconectado de la red.” Al mirar hacia el cielo nocturna, parecia que todas las estrellas en la galaxia eran visibles debido al aire tan puro y nos ilumniban el camino.

            Mi peor pesadilla se vio cumplida cuando mi pasaje fue comprado, confirmando que viajaría con pura gente desconocida. La persona que conocía mejor era Jean-Louis Antonio, pero claro que no era de mi edad. Un grupo elite de alumnos de 10º grado partieron de Lima por avión rumbo a Cuzco para empezar la gran aventura en un bus. Este demonio de acero japonés nos llevó por lo alto de la cordillera andina pasando por pueblitos aislados de la civilización, habitados por gente que temía la llegada de gente foránea. Esto me resultó muy curioso. Después, bajamos hacia el calor y humedad del geoclima casi selvático y un territorio que casi nadie conocía. Desde el último pueblo del planeta, nos montamos a un barco, llegando casi una hora más tarde al campamento, rodeado de monos que hacían ruido como si aullaran– los mejores monos con los que me había topado hasta la fecha – y otras tremendas fieras tales como cocodrilos, pájaros exóticos y pumas. Sobre todo serpientes, el regalo más precioso para la humanidad. Pasamos 7 días en el campamento, con mosquiteras tapando las camas – las redes siempre estaban cubiertas por dentro y por fuera de insectos gigantescos. Las duchas eran de las más básicas y el río no era una alternativa debido a la alta población de sanguijuelas.

Los tenores de la selva

            La lección que aprendí de ese momento es: a veces, pensamos que la vamos a pasar fatal pero las circunstancias nos recompensan por ese esfuerzo. Aquí hice mi primer amigo peruano, Sebastián Majluf, quién compartía mis mismos gustos musicales y me prestó un casette excelente de Pearl Jam para mi Walkman (genial la tecnología moderna) y por allí se fue despidiendo mi eterno acompañante conocido como “la timidez.” Debía relacionarme con gente para mantener la cordura. Puede ser que por las dificultades que experimentamos todos en conjunto debido a nuestras terribles condiciones pasajeras – todos extrañábamos los lujos diarios – pero empezamos a entendernos hasta con la gente que menos nos esperábamos. También tuve mis primeras amigas de mi edad, lo cual anteriormente hubiera sido imposible debido a la timidez. Esto cambió gracias a un esfuerzo en común entre estadounidenses y canadienses que creó un sentimiento de comunicación interpersonal natural. Quién sabe porque existe esa cierta torpeza entre niños y niñas, pero estoy seguro que es un tema que atañe todas las culturas. Todos siguen siendo amigos muy queridos hasta la fecha y fue verdaderamente un viaje que me cambié la vida para siempre.

domingo, 22 de enero de 2012

Esta Revolución No Fue Televisada


El segundo año escolar coincidió con mi despertar político, especialrmente en  relación al desarrollo social y los derechos humanos en países emergentes. En mi curso de historia del Perú y Latinoamerica, el proyecto de fin de ciclo requería que formara un grupo con mis compañeros y escoger un tema para presentarlo en una feria en el gimnasio del colegio . Viendo que era un curso obligatorio para todos los alumnos del Grado 10 según el currículum estadounidense, todos mis amigos compartían la misma tarea – todos pudimos trabajar juntos mismo sin tener un horario escolar común. ¡Qué gran suerte! El grupo que formamos contaba con Glen Swanson, Alejandro Alves, Sebastián “Crack” Olivares, William Erickson y yo. El terrorismo aún resaltaba en el noticiero por lo vivido en la residencia del Japón y era una noticia diaria en CNN En Español – cuando aquel canal era lo máximo en actualidades antes de imitar su primogénito de los EE.UU. balbuceando su verdad – entonces elegimos exponer “El Terrorismo En  América Latina.”

Probando vestimenta para la presentación

No creo que en la historia de esta feria existieron alumnos que hayan dedicado tanto tiempo y pasión. Los países que examinamos fueron Colombia, Nicaragua, México y  Perú – ciertamente e los más conocidos en el tipo de conflicto en el continente. Desde allí dividimos cada país en zonas activas intentando comprender el teatro operativo y las condiciones sociales. Hasta Glen construyó una maqueta con GI Joes reproduciendo un enfretamiento entre guerrilleros y fuerzas armadas dentro de una selva tropical. Quería entender totalmente la plataforma original de estos movimientos, comparándolas con sus actividades más recientes para distinguir la legitimidad de sus actos. Recuerdo trasnochar haciendo investigaciones de grupos guerrilleros, terrorismo urbano y los cabecillas izquierdistas. Yo quería cerciorarme que mis conocimientos fueran lo más profundos para poder contestar cualquier pregunta que se me hicieran. Logré distinguir las diferentes ideologías sean Marxistas, Marxistas-Leninistas, Maoístas y todo lo demás también. Siendo un buen estudiante en colegio americano, me volví un gran admirador de Ernesto Guevara – mejor conocido en otros círculos como El Che – sobre todo por su pasión por la gente del continente – sin olvidar su pragmatismo.

Yo nunca fui una persona quien defamara una bandera de los EE.UU o pararme delante de una junto del Consejo de Seguridad de la ONU denunciando el imperialismo yanqui. Lo que sí lograba distinguir era la diferencia entre "el pueblo" y "la política". Éste último dispone de una facilidad para dirigir la vida de la gente y ésta a su vez  decide omitir esa realidad, declarando asímismo “la política no tiene nada que ver conmigo.” Esa gente esta prácticamente anunciando que está dejando sus derechos civiles al olvido. Para mí fue lo contrario desde los 11 años. Los Estados Unidos, jugando un papel reflejando el Imperio Romano de la era moderna, recurrió a varios recursos en el juego de la guerra fría defendiendo sus intereses en su “patio de atrás” como nos decían en las clases en Roosevelt. Apoyaron administraciones (dictaduras y otros gobiernos ilegítimos) en la región que oprimía a sus ciudadanos dentro de una servitud sin paralelo en cualquier parte del país desarrollado sólo para mantener unos pocos formando la elite nacional. En esa época, proclamarse anti-comunista favorecía tremendamente la cuenta corriente del gobierno gracias a los inversionistas del gobierno estadounidense. En muchos de esos países, la gente pobre no tenía ni la más mínima oportunidad de mejoramiento social y por lo poco que logré darme cuenta era la peor calidad de vida. Es verdad que en muchos casos, para traer algún cambio radical se necesitaría una revolución pues los intereses de una mayoría se topaban con los oídos sordos. Las instituciones políticas simplemente no estaban al nivel de lo que nosotros tenemos y damos por sentado en el mundo “desarrollado.”

Lo mejor de este proyecto no fue que aprobamos con la mejor calificación. Estaba muy orgulloso de lo que aprendí y también del trabajo que presentamos en común. Lo siento por explicarme de manera tan cliché pero es la realidad. Nuestro amigo, Crack, logró conseguirnos una cita con el jefe de seguridad de la empresa de su padre, el Tío Vince, en Lima. Este hombre había estado en las fuerzas armadas peruanas luchando contra el Sendero Luminoso. Tal vez sufría de esos traumas psicológicos del combate pero sus conocimientos fueron muy valiosos. Nos mencionó que muchas intenciones de estos grupos al inicio son muy nobles pero buscan entre la gente menos educada reclutas para volverse combatientes en la lucha contra la opresión. Es la gente más fácil para formar. El ejemplo que nos dió fue algo así: “Si eres pobre, tu familia se muere de hambre y viene alguna gente preguntándote si quieres ser un héroe ante la patria, dar de comer a tu familia y a la vez te ofrecen un arma, ¿No te volverías un guerrillero?” Nos explicó que muchos pierden su humanidad en la lucha durante este tipo de conflicto y muchos olvidan el propósito del combate, reemplazando el sentido común por lemas vacíos y violencia sin sentido.

Izquierda a derecha: Alejandro, yo y Crack

Después de tanto tiempo vivido en este continente, llegué a quererlo como si fuese el mío, sintiendo puro respeto por su gente y un deber hacia ellos. Había aprendido mucho de esta región, que gente en mi país no había ni visto ni en el noticiero – muy raramente sucede algo en América Latina que merece la pena repetirle al pueblo canadiense. No mucha gente en mi país sabía lo que se sentía tener gente cerca raptada o capturada como rehén, vivir toques de queda, tener sus automóviles sometidos a inspecciones por explosivos, o tener guardias protegiendo sus casas y sus vidas privilegiadas. Esperaba que al terminar el colegio en el Perú y volviendo al Canadá, podría usar esta experiencia como clave para una excelente educación en Ciencias Políticas para  poder un día fomentar las instituciones y el desarrollo del potencial humano. Latinoamerica tenía mucho que ofrecerle al mundo y el cambio no sería del todo posible por una revolución armada o el terrorismo, si no por una revolución psicológica e interna. Todos merecemos una oportunidad para hacer algo de nuestras vidas (sobre todo en nuestro propio país) y todos los derechos deben ser universales sin favorecer únicamente unos cuantos.

domingo, 15 de enero de 2012

Mi Amiga, La Adolescencia

Al pasar de los años, solemos evolucionar en nuestro razonamiento desenvolviendo el mundo a nuestro alrededor a través de preguntas y respuestas. Los niños generalmente se dirigen hacia los mayores en busca de la verdad, debido a su falta de conocimiento - o como dicen en el mundo laboral, por falta de experiencia. Al abordar esa metamorfosis para volverse adultos, la trayectoria gira en torno a la adolescencia, esa época algo incómoda para algunos y algunas en el que sigue esa búsqueda del por qué existimos y qué debemos ser. Generalmente no se atreven uno a hacer preguntas. Entre los patrones más comunes relacionados al comportamiento se pueden notar rebeldes sin causa, furiosos sin saber por qué, quizás porque saben que los días en los que mamá y papá nos defienden ante el mundo complicado están viéndose contados. Pero igual, ¿quién no se preocuparía sabiendo lo inevitable de dejar atrás para siempre el mundo de los dibujos animados para entrar a una oficina? Esa colección de GI Joes se ve cada vez más pequeña mientras uno se concentra en el estudio y actividades escolares que nos transformarán en una pieza estratégica en el tablero de ajedrez del proceso de postulación universitaria.


¿Tendrás lo que quieren las universidades?

Yo tenía un mundo de preguntas en el momento que vivía en Lima. Brian y yo habíamos aceptado nuestra vida de nómadas, pero nos aferramos a ese sentido imaginario y artificial de la identidad canadiense. Nuestra pasión y lealtad hacia nuestro país nos ayudó a superar momentos de difíciles, sabiendo que pronto volveríamos a estar reunidos con ese grande amor y que todo entraría en la normalidad. Nuestros viajes a Ontario eran la oportunidad ideal para volvernos a conectar con la familia. Claro que sin vivir uno en su propio país no brinda una perspectiva adecuada en cuanto a la realidad de la vida cotidiana, lo cual nos distorsiona el universo por este terrible factor: las suposiciones. Esta palabra destructiva que forma una gran parte de nuestra condición humana, trae consigo un gran peligro, pues naturalmente como seres humanos, intentamos asociar lo desconocido con conceptos más tangibles que sí entendemos. Generalmente, las suposiciones suceden cuando una persona no encuentra otra con quien pueda compartir una respuesta, o bien no bajamos las defensas psicológicas para escuchar una explicación profundamente útil. Se generan varios problemas cuando uno deja llevarse por la marea de suposiciones. Cuando hay dudas, lo mejor que se puede hacer es preguntar. Uno de mis profesores en la universidad nos dijo a todos en la clase, no existe tal cosa como una pregunta mala, algo de lo que estoy convencido que jamás se equivocó.

La crisis de los rehenes de la Embajada del Japón se llevó a cabo paralelamente con nuestras vacaciones del colegio junto con sus actividades respectivas, acarreando una cierta depresión. La mayoría de mis amigos eran extranjeros, lo que significaba que muchos fueron a pasar ese tiempo en sus países de origen, comtemplando dos meses de terrible aburrimiento. Mi padre se vió obligado a llevar acabo las labores del embajador, con la esperanza de que todos nuestros canadienses al igual que los demás dignatarios salieran del certamen sanos y salvos. Mi madre debía permanecer a su lado, apoyando a nuestro gran líder. Por este motivo, nos anunciaron como un acto de intervención divina, que nos mandarían por un par de semanas a Toronto con mi tío John y a Kingston con mi abuelo. ¡Esto sí que fue un regalo de los ángeles! Ese momento marcó el primer viaje internacional de los chicos Bickford sin sus cabecillas, permitiendo a su vez un mejor entendimiento a las responsabilidades de un viajero y portador de un pasaporte canadiense. Aunque Brian era el mayor de los dos - y sigue siéndolo pues no he encontrado un motivo de cerrar esa brecha de la edad - toda figura de la autoridad se dirigía a mí para hacer preguntas, pensando que yo era el mayor, pues era más alto en estatura que él, significando así que lógicamente yo era el hermano mayor. Al principio, me sentía algo incómodo pues me esperaba delegar toda responsabilidad a mi hermano pero después de tantas entrevistas, empecé a entender el mundo burocrático del viaje internacional.

Lo que tomó mayor importancia durante este viaje fue el tiempo que pasamos en Toronto, el punto de arribo y partida. Aunque la recepción fue algo brusca gracias a nuestros incansables agentes de aduana y servicios de frontera del Canadá, dispuestos para sospechar hasta de un bebé recién nacido como potencial terrorista, el balance fue positivo. Recuerdo aquel agente pedante y todopoderoso retando a un niño de 14 años y el otro de 17, que no disponían de ningún privilegio diplomático en el Canadá y nos dió una bienvenida completa incluyendo una revisión de cada milímetro de maleta que traíamos, como si hubiésemos sido traficantes. Nuestro tío John nos esperaba del lado de la población civil, listo para llevarnos a su casa. Era siempre un gran placer verlo, nuestro padre canadiense. Al viajar en su automóvil, nos preguntó si nos gustaba el basquet pues tenía dos entradas para que fueramos a ver a los Raptors de Toronto enfrentarse a los Cavaliers de Cleveland. La franquicia de Toronto estaba sobreviviendo bastante bien su temporada inaugural, gracias en gran parte a las habilidades de Damon Stoudamire (conocido como Mighty Mouse (Súper Ratón) por su facilidad en el deporte mismo siendo uno de los jugadores más pequeños en la NBA en aquella época midiendo solamente 1,52 m). Después nos dio algunos buenos consejos para el uso del transporte público y lugares de interés que podíamos visitar mientras el estaba trabajando durante la semana. Fue excelente para nuestra independencia y para conocer la belleza de la ciudad más grande del Canadá a nuestro propio ritmo.


Stoudamire enfrentándose a los Knicks de Nueva York

El trabajo de criar hijos e hijas como padres es uno de los más complicados sobretodo al entrar en la edad de la adolescencia. Me quito el sombrero por respeto a todas las madres y los padres que viven esa realidad. En ese momento, la nueva generación pone a prueba los límites, intenta salirse con la suya con sus travesuras, descubriendo el trago, persiguiendo chicos o chicas, todo mientras se creen adultos sin aún serlo. En algunas culturas, esta época puede ser más difícil, pues las responsabilidades que ayudan a la transición en camino a la "madurez" son lentas, prolongando la rebelión. En el caso de niños transculturales, existen unos más rebeldes que otros, pero por lo general suelen ser más tranquilos. Por supuesto que también hay excepciones a la regla, sobre todo por la susceptibilidad a la influencia de las amistades y otras presiones, pero el balance está a su favor. Aunque aun están explorando el mismo mundo que sus compañeros clasificados en una edad paralela, han debido adaptarse a cambios repentinos y frecuentes a temprana edad. Han pasado por más desafíos que los demás de forma regular, haciendo nuevos amigos, estableciendo nuevos hogares, conociendo nuevos países, culturas y religiones, y el núcleo familiar significa todo. Los problemas son menos superficiales y más profundos lo cual trae similitudes con lo que se topa un adulto, explicando la facilidad para estos niños de relacionarse con gente mayor.


Fotos cortesía de EducaEdu y Kicks On Cards