Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 26 de febrero de 2012

Las Líneas de Nazca – ¿Un Mensaje De Nuestros Antepasados?

Perú tiene unos de los tesoros antropológicos más interesantes del mundo. Entre estos son unas series de geoglifos curiosos decorando el arena del desierto de Nazca, tan sólo a unos 400 km de distancia de la capital peruana. Estos dibujos se llaman las Líneas de Nazca y se extienden a lo largo de unos 80 km de terreno inhabitable y encuentran sus orígenes entre 400 y 650 AD. Las figuras en el terreno incluyen colibrís, arañas, monos, peces, tiburones, orcas, llamas, lagartijas y perros, todos visibles desde el aire – pero no tanto desde el plano terrestre. Existen varias teorías sobre la creación de cada una como por ejemplo, un tributo a los dioses, puntos de orientación para las tribus y mismo un mensaje para los extraterrestres – los marcianos llegaron ya, llegaron bailando ricachá. Muchos de ustedes estarán pensando que ha de ser una vista impresionante. Lo mismo me pregunto yo, pues nuestro intento de ir hasta ese lugar fue en vano. De igual manera, es una historia simpática para contarles y sirve de respuesta a un correo electrónico que me mandó un seguidor del blog referente a este patrimonio histórico.


El mono, ícono del desierto de Nazca

Creo que fue luego de uno de nuestros primeros viajes fuera de Lima en 1996 – Brian aún estaba entre nosotros – cuando salimos a descubrir los lugares más famosos de nuestro querido país anfitrión. Gente proveniente de todas partes del planeta – y aparentemente de otros planetas según ciertas personas -  para ver las líneas y existen varios documentales donde las verán, quizás mucho mejor desde el televisor que la torre de observación en ese mismo lugar. Nos habíamos traído nuestro querido Plymouth Voyageur a Lima desde el Canadá, entonces nos daba gusto hacer el largo viaje en un automóvil que contaba con mucho espacio para nosotros y nuestras provisiones, incluyendo un bidón de agua - muy útil si siguen leyendo. Nos encantó el desierto chileno y nos sentíamos preparados para enfrentarnos a éste. Llegamos hasta el pueblo de Ica – más o menos el punto intermedio en el mapa – donde teníamos reservaciones en un precioso hotel en medio del desierto, llamado convenientemente, Las Dunas, con un tanque lleno de gasolina con plomo. Esta gasolina es tóxica para los motores de América del Norte que suelen usar gasolina sin plomo. Si, nuestra camioneta no era inmune a esa criptonita. No sé si nuestro gran líder, mi padre, estaba consciente del envenenamiento de su coche – a nadie más se le ocurrió esto pues él era el único con permiso valido para conducir en el país. En rectas de autopista totalmente planas, no se notaba tanto el problema pero de vez en cuando, el motor empezaba a recalentarse, como un volcán escupiendo nubes – junto con unas palabras de mi viejo, no muy aptas para todos los televidentes, dirigidas al vehículo. Al principio nos preguntábamos todos porque seguía sucediendo lo mismo, pero cada vez que le pedía más esfuerzo al motor – sobre todo al escalar segmentos de autopista fijadas sobre una loma – debíamos hacer una pausa para poder continuar porque el indicador térmico ya no encontraba una cifra más alta para apuntar. Ese bidón de agua nos salvó la vida pues debíamos poner todo su contenido en el radiator para enfriar el motor.
Por fin, llegamos hasta Ica luego de varias horas de nubes y vapores junto con sus paradas respectivas. El hotel era realmente genial para pasar vacaciones en familia. Tenía cancha de tenis, de basquet, una piscina grande y una duna inmensa. Lo más curioso de esta última era que se podía hacer surf en arena pero uno debía estar preparado para la bajada al encontrarse con plantas espinosas al pie de este tremendo monte arenoso. También tenía un campo que era un cruce entre mini golf y un terreno de golf normal en el que uno mismo escogía sus palos. Decidimos probar suerte en el golf, eligiendo un driver, algunos fierros y un putter sin saber realmente la diferencia. Mi Maman era la única con experiencia y nos recomendó los fierros porque las distancias eran cortas, rindiendo inútil al driver. Viendo que nadie más usaba el campo, decidimos combinar los puntos de inicio con los greens de otros agujeros para hacer del juego algo más interesante. Yo inicié el juego con el driver. Para los lectores que cuentan con más experiencia en este juego, sabrán que mi madre tenía razón y para el resto, nunca hagan caso omiso a la sabiduría maternal. Al pegarle sin mucha fuerza a la pelota, escuché un hermoso clic seguido por nuestra admiración de una pelota viajando en cámara lenta por lo alto, haciendo una curva por encima del techo del hotel y cayendo en un punto desconocido. Después de admirar tremendo tiro volvimos a la realidad, preocupados que tal vez la pelota le pegó a algún huésped del hotel. Brian y yo, salimos de manera discreta para ver si encontrábamos algún herido hasta que mi hermano vio la pelota en el fondo de la piscina. ¡Un hoyo en uno! Le preguntó a un chico nadando que se la pasara, dándonos cuenta que esquivamos una bala – y la otra persona esquivó una pelota.

Al día siguiente, seguimos otros 200 km fuera de Ica por la Panamericana – la autopista en este punto distribuye el flujo del tráfico con sólo una vía en cada dirección – pasando por pueblos llevando nombres de santos y sacramentos. Estos lugares parecían más rústicos que lo más básico en cuanto a la calidad de vida. Me quito el sombrero pues ha de ser relativamente imposible sobrevivir en esos lugares, pues la tierra no es exactamente fértil en el desierto. También me pareció muy extraño ver la cantidad de basura descansando en las dunas, incluyendo la muy conocida bolsa de plástico de los supermercados E. Wong. La otra cosa curiosa era la cantidad de tráfico en este desierto inhabitable. A cada 15 minutos veíamos alguna combi (esas camionetas Toyota de segunda mano desfilando con anuncios en caracteres japoneses) repleta de gente. Nuestra Plymouth envenenada, continuaba con sus malestares, sin molestar el flujo de ese carnaval. Al contrario, creo que hacíamos una buena telenovela para los pasantes. No hay nada más entretenido para algunos que ver una familia de gringos pasando por dificultades. No saben cuanto les gustaba a los peruanos ver Mr. Bean, probablemente porque era un extranjero pasando por situaciones terribles pero como ellos, todos tenemos las nuestro. En el Canadá, estoy seguro que todos han visto el famoso episodio con tono navideño en el que Mr Bean se queda con la cabeza atorada dentro de un pavo, aunque muchos no lo quieren aceptar. Lo que también resultaba curioso debido a estas circunstancias era la dificultad en sacarse el exceso de líquidos inecesarios – no hay sanitarios públicos realmente cercanos cuando uno viaja por el desierto, sobre todo cuando el viaje resulta ser difícil para el mismo auto - porque debía uno hacerlo con público. Eventualmente, ese tango entre mi padre y el coche tornó a lo desesperante y el resto de nosotros no queríamos seguir tomando riesgos para llegar a las Líneas de Nazca, aunque ya estábamos casi allí.

Huacachina, un precioso oasis en el desierto peruano
En vez de esto, pasamos los siguientes días de nuestro viaje escuchando Los Fabulosos Cadillacs, mientras paseábamos por los alrededores de Ica. Llegamos a un tremendo oasis llamado Huacachina. Justo alrededor había un pueblo pequeño, como unos 5 o 10 edificios rústicos y un viñedo llamado Ocucaje, con rumores de parte de mi padre que se producía el peor vino del planeta, cerca de una lagunita. La única forma de ingresar es por un sistema de senderos polvosos fuera de la autopista principal.  Almorzamos allá en una de esas construcciones sobre una varanda con vista a la laguna cuidada por unas dunas a su lado. Pareciera que en la eventualidad de una tormenta de viento, esa lagunilla podría correr el riesgo de quedar enterrada bajo la arena, eliminando la fuente de agua de todo un pueblo. Nuestra comida fue buena – algunos de los mejores lugares para comer en el Perú se encuentran en los lugares más humildes – la cual incluía una gelatina de Inka Cola de postre. Nuestro camarero se veía orgulloso de anunciar y servir esa creación original del mundo culinario pero quedamos un poco decepcionados. Era como masticar una gaseosa gelatinosa. Realmente fue algo decepcionante no llegar hasta las líneas, pero por lo menos descubrimos que la Inka Cola puede ser utilizada para hacer postres – aunque nunca volví a comerla. Pruebe a su propio riesgo.

domingo, 19 de febrero de 2012

Lazos de Familia – Los Primos Hermanos


Todos llevamos por dentro una brújula, concebida por una tecnología interna ligada a la sangre, la cual nos exige con naturalidad andar por un peregrinar hacia nuestra propia Meca. Los que viven en el extranjero o lejos de su lugar natal conocen esa voz interna. Muchos niños y personas transculturales se dan cuenta de esto en algún momento de su vida y sienten una forma de envidia de los que viven una vida mas sedentaria. Estos últimos tienen la ventaja de jugar en el estadio local en frente a su querida afición, gozando día a día de esta oportunidad que les permite crear vínculos muy sólidos con todas las generaciones. El equipo visitante, criado en un ritmo nómada categorizándolos como “ciudadanos del mundo”, tienen una gran desventaja pero siguen buscando ese refugio donde solamente la familia hace la diferencia. Esa necesidad de amor incondicional tiene un parecido al niño buscando el apoyo de un padre después de haber logrado la más grande hazaña de su carrera estudiantil. El aventurero nómada busca esa familia para darle paz a una mente cansada en el campo de batalla contra la inestabilidad.

Mi querida familia, mi tia, mi tio y mis primos.

Al partir mi hermano del hogar, necesitaba darle sentido a mi vida y mi brújula interna estaba lista para llevarme a mi destino, tan sólo esperando que el resto de mi persona decidiera cual era. De cierta forma, podemos decir que éste era el lado positivo del terrorismo en Lima y de ser el blanco. Tal como lo comenté en mi última entrada de blog, los viajes me alejaban de mis amigos en esos momentos que disponíamos de más tiempo para pasar juntos. Era como ganar un torneo de fútbol de barrio sin tener un festejo y fuera de este lugar, nadie había escuchado hablar de este certamen. La primera recompensa que recibí fue algo camuflada en un inicio luego de nuestra evacuación andina durante las vacaciones más largas: enero y febrero del '98 – recuerden que estos son los meses de verano en el hemisferio sur y paralelamente a esto, mi dulce tierra natal estaba cubierta de nieve y además con temperaturas más bajas que un congelador. ¿Quién abandonaría el cálido abrazo del verano tropical, playas arenosas, actividades al aire libre, para encerrar a su familia dentro de un clima artificial rodeado de un frio polar? Esto ahora significaba que los próximos dos meses serían con Mémé, mi abuela materna y la familia de mi madreAhora podía gozar de ellos por más de una semana al año, al contrario de la época donde era nada más que un chiquillo.

La primer ventaja benefició mucho a mi mamá. Ella estaba aún escapando el fantasma del cáncer que la estuvo atormentando, entorpeciendo su rutina regular y necesitaba ver a su madre. La familia de mi madre – una gran y numerosa familia rematando el casting protagonizada en la Boda Griega – siempre fue muy unida. Se apoyaban siempre dejando un maravilloso ejemplo a cada generación, sobreviviendo incluso ante guerras mundiales, conflictos, exilio y otros terribles desafíos. Estoy seguro que ellos empezaron a darle una imagen a lo que realmente es el intercambio cultural, contando con miembros de la familia provenientes de Bélgica, Francia y España – entre otros – adaptándose a nuevos horizontes. Si decidiera entrar más en detalle en este asunto, necesitaría mínimo un par de años de blogs, pero es una historia muy interesante llevando a vínculos con Maximiliano Hapsburg, monarca austriaco y Emperador de México, el General Bazaine, Mariscal de Francia y el Presidente Porfirio Diaz de México. Basta con decirlo, Maman sabía cual era su tierra santa y el poder mudarse esta inscrito en su código genético – incluyendo las herramientas necesarias para poder formar un hogar en cualquier parte del mundo. Yo aún estaba intentando de descubrir cual era la mía.

Al quedarnos con mi abuela, por fin empecé a conocer a mis primos hermanos, Fernando, Javier y Annie. Era complicado pasar la mayor parte del tiempo posible con ellos debido a sus obligaciones escolares, sus compromisos con amigos de toda la vida – asuntos paralelos a los míos si hubiese podido quedarme en Lima. No obstante, hicieron todo lo que pudieron para incluirme en algunas salidas, tales como ir al cine o a tomar un delicioso café. Fueron momentos muy especiales pues realmente aprendí quienes eran después de esa época de travesuras en el jardín de mis abuelos. Nuestros padres solían emparejarnos por edades cuando éramos chicos, pero realmente ninguna combinación funcionaba en mi caso – yo era demasiado grande para jugar con Javier y muy chico para Fernando – y esta época ya había llegado a su conclusión. Ahora, nuestra manera de relacionarnos evolucionó junto con nuestra edad y diálogo, intercambiando ideas musicales y demostrando un cierto interés en nuestras vidas mismo sin tener muchos paralelos.

Con la mejor abuela del mundo en la playa

Entre los elementos más curiosos e interesantes de mi estimada familia, aunque  crecimos en mundos aparte, éramos como hermanos y hermanas. Todos fuimos criados con valores similares y apreciábamos lo que era ser una familia. Mis momentos preferidos eran cuando todos estábamos sentados en la mesa en casa de mi Mémé (mi abuela) para comer, escuchando a todos reír y charlar mientras almorzábamos una comida hecha en casa. Estas experiencias vividas en enero y febrero de 1998 fueron clave para mí para lograr entender lo que significaba la extensa familia y la suerte que tenía de tener a mis padrinos – mi tío Fernando y mi tati Annie. Todos me hicieron sentir como en casa – a pesar de algunos chistes un poco pesados por ser tan buenmoso – pero siempre supe que tenía otro hogar cerca de ellos si algún día lo necesitara. Sabía que de ahora en adelante, estaría esperando las próximas vacaciones para volver a verlos e invertir tiempo de calidad con ellos y mi Mémé.

domingo, 12 de febrero de 2012

Cuando 2 Significa 4

            Al inicio de nuestra campaña limeña, la misión iba a ser por 2 años. El Ministerio de Relaciones Exteriores del Canadá determina el grado de dificultad de un país tomando en cuenta la calidad de vida – amenazas de violencia, servicios médicos, agua potable, en fin, todo lo necesario para llevar una vida normal – en consideración al presentar la propuesta del lapso de tiempo de cada misión. Debido a las consecuencias de la crisis del MRTA y el papel importante del Canadá en aquella época en Lima, nos pidieron de quedarnos un años más. Seguramente, el hecho que mi madre debía seguir tratamientos de radioterapia fue fuertemente considerado a la vez. Creo que hubiera sido un pecado mortal obligar a mi madre a mudarse nuevamente bajo esas condiciones, cuando no estaba ni siquiera en camino a la recuperación. Claro que la habían dado de alta de la Clínica Montesur, pero esa terapia era necesaria para asegurar que todas las células malignas desaparecieran para siempre. Todos debíamos adaptarnos ahora a una nueva vida, incluyendo Brian a unos 6,000 kms de distancia.

El siempre serio David Bickford
            El famoso Grado 11 me presentó nuevos retos. Estaba haciendo mi debut académico en la elite escolar, iniciando el Bachillerato Internacional, un paso necesario para garantizar la entrada a la universidad que eligiera en mi país – con una gran probabilidad de ganarme una beca. El curriculum, como muchos de mis compañeros y compañeras estarían de acuerdo, requería mucho más esfuerzo que los programas americanos o peruanos ofrecidos en nuestra institución. Mis cursos favoritos eran BI Historia de las Américas, mi querido continente desde Tuktuyaktuk hasta la Tierra del Fuego y ITGS, el que me dio la introducción al mundo maravilloso de la informática. En el sistema del Liceo Francés, el enfoque era desarrollar el funcionamiento del cerebro utilizándolo, prohibiendo el uso de calculadoras o computadores y debíamos memorizar absolutamente todo. La moral en este cuento para ellos era, que si uno no se ejercita ese músculo, se termina perdiéndolo. De cualquier manera, me encantó poder usar mi creatividad para dar vida a mis ideas gracias a la tecnología, desarrollando una página para mi equipo de softball del colegio y mis propios sitios Web brindando homenaje a mis grupos musicales favoritos. Mi propia facilidad para aprender el uso de esos aparatos me sorprendió.

            Esta época también propulsó mi patriotismo cuando nuestra embajada recibió los expertos en seguridad de CSIS y la RCMP de nuestro país. Estos profesionales llegaron al sur para hacer una evaluación de la seguridad de  nuestras casas, mejorar las defensas de la embajada en Miraflores y la residencia del embajador y formar la policía que serviría de escolta a nuestros vehículos oficiales donde quiera que fueran. Sabía que si ellos estaban a cargo de nuestro bienestar, estábamos todos en buenas manos. Después de todo, el agregado de la RCMP en la embajada era una persona de primera, demostrando ser tanto un gran ejemplo como profesional en nuestra policía como también un miembro querido de nuestra comunidad de canadienses expatriados. A mí me parecía que todos los que lo conocían lo querían de inmediato, incluyendo sus contrapartes en los servicios de seguridad en países vecinos.

            Uno entre tantos de los muchos cambios en mi rutina normal fue la introducción a los guardaespaldas. Mi padre debía estar siempre acompañado de uno y era un policía peruano muy amable llamado Roberto Mendoza. Siempre parecía estar alerta a todo y jamás se comportó de manera inadecuada. Solía hablar con él, bromeando a veces, y logré crear una buena relación con él. Yo estaba totalmente convencido que si le llegaba a pasar algo a mi padre, el haría todo lo que fuera para protegerlo. Mi padre, cuando fue de viaje a Canadá, le trajo de regalo un abrigo con el logo de la RCMP, el cual le encantó. Yo le regalé mi colección de GI Joes para su hijo. El otro se llamaba Luis y venía con nosotros diario en el bus del colegio. No muchos canadienses han pasado por esto. No creo que ni un sólo pasajero se sintió incómodo pues sabíamos que era por nuestro propio bienestar. Tenía un gran sentido del humor y siempre conversaba con él de la selección peruana y las eliminatorias para el mundial. Nunca nos mostraba su arma para presumir ni la usaba para intimidarnos para que nos comportáramos bien en el bus. Era un gran oficial. Siempre se presentaba con orgullo y sentido común, siempre cuidando niños extranjeros, un trabajo que varios policías veteranos considerarían tedioso. También teníamos guardias armados vigilando la casa las 24 horas del día, les gustaba jugar basquet con nosotros cuando hacían el relevo. Claro que con el chaleco antibalas, botas pesadas, un revolver, un bastón y una radio le daban  ventaja al contrincante.

Nuestro representante del RCMP, el Embajador Clark y el Sr. Bickford


            Quizás entre los elementos más difíciles de esta nueva vida era viajar. Si, dije viajar. A mucha gente le encanta la idea de escaparse de la realidad en un paseo internacional pero ¿hasta cuándo puede uno huir de la realidad? Mis padres no tenían derecho a decidir esto. Debido al alto riesgo para los canadienses en el Perú – cuando salía con mis amigos después del colegio, siempre debía tener cuidado de no llevar nada que me identificara como canadiense – nuestro gobierno nos obligaba a evacuar cuando se presentaba algún feriado o tiempo de vacaciones. Esto significaba que perdía ese tiempo precioso para pasarlo con mis amigos. Claro que es genial viajar y ver el mundo, pero se vuelve complicado saber que la casa de uno la rodea un mundo peligroso y los amigos se quedan en él. De cualquier manera, logré aprovechar cada minuto que pasaba en Lima para cultivar mis grandes amistades, cumpliendo con el reglamento establecido por la Corona. Debía aceptar las nuevas reglas del juego por mi propio bien, algo difícil para un adolescente.

domingo, 5 de febrero de 2012

Recuerdos del año 97

Los padres y los hermanos, sin importar los detalles de la respectiva relación, son los pilares de la vida de uno, pues únicamente ellos pueden entender lo que pasó – o pasará – en nuestras vidas. Ese núcleo familiar es sumamente importante. Los que rodean ese parentesco tienen tendencia de categorizar la experiencia de expatriados como si fuesen vacaciones interminables en una playa arenosa, bajo un sol tropical protegidos por un sombrero de mariachi. No logran relacionar esa transferencia quirúrgica con volverse un blanco para grupos terroristas – como fue el caso como consecuencia de la residencia japonesa – o ataques aleatorios – cuando Mario Lambert y yo salimos de un parque recreativo en el Perú poco antes de que quedaran simples escombros como recuerdo de lo que fue – y tener que seguir con las obligaciones de la vida cotidiana. Tus padres y tus hermanos saben que estas historias no son exageraciones o algún berrinche de una persona buscando atención. Ellos fueron compañeros cuidando la retaguardia a lo largo del combate diario. De ninguna manera significa que el resto de los que se quedaron atrás no quieren entender pero tu misma mentalidad, identidad y hasta la cultura va tornándose hacia algo muy diferente al de los compatriotas y de manera positiva al sacrificar una vida de estabilidad y continuidad.


El equipo de softball de Roosevelt:
¡Apuesto a que no encuentran los cuernos del heavy metal!

En 1997, mi núcleo familiar fue tomado bajo asedio después de dejar atrás los balazos y mortajas marcando la conclusión de la crisis de los rehenes. Mi hermano mayor, Brian, debía separarse del grupo para estudiar medicina, cortanto esa agradable rutina que se creó al pasar los años. Aparentaba estar emocionado de dejar atrás el nido, cegado por la inevitable emancipación que se le acercaba. Yo compartí esa alegría que sentía, festejando al lado suyo sus grandes logros pero no podía evitar imaginar lo difícil que sería vivir en esta casa sin él. El gran concierto sepulturiano jubilaría su gran orchestra que alguna vez resonó de forma diaria por toda la casa, amplificada por parlantes caseros hecho por él junto con su mejor amigo, Paul. Los metaleros empacaron sus efectos personales para el carnaval educativo en London, Ontario. Esos días donde un partido de "21" con nuestro amigo balón de basquet ayudaba a alejar el aburrimiento sería sustituido por un solitario jugador en un mano a mano contra la cesta. Nuestro equipo de softball sufriría la partida de nuestro mejor lanzador y bateador zurdo que dejaba su contrincante más importante, la muralla verde del campo derecho. Los viajes de familia ahora se reducían a tres pasajeros. Poco sabía que esos momentos de compartir el mismo techo se habían terminado. Este cuento se acabó.

Para llevar el cuento de mal a peor, como regalo del décimo aniversario del triunfo de mi madre ante el cáncer, se nos volvió a instalar en casa después de ser diagnosticada nuevamente poco antes de la despedida de Brian. Dad y Maman nos llamaron como era la rutina dictando la seriedad del momento para conversar con nosotros y mi padre uso esa frase acuñada: “No es nada serio.” Dentro de cada escenario donde fueron usadas esas cuatro palabras en secuencia uniforme, el significado era que se trataba de algo muy serio. Mi madre me comentó años después que ese había sido el motivo de ir a visitar su madre sola durante las vacaciones de verano, pues podría haber sido su última oportunidad. Mi madre fue hospitalizada el 15 de agosto de 1997 en la Clínica Montesur en Monterrico, Lima, cumpliendo sus deberes en el quirófano y después permaneció unos 5 días bajo observación hasta que la dieron de alta. Brian se quedó algunas noches para hacer guardia durante su estadía y mis pedidos para hacer el relevo fueron negados debido a mis responsabilidades escolares. Todos recomendaron – teniendo mis mejores intereses en cuenta – que lo mejor para mi era de continuar mi rutina normal. Nunca fui partidario de que otros decidieran por mí. Lo único que maquinaba en mi cerebro era la duda si mañana seguiría teniendo una madre o perderla por el persistente cáncer que simplemente no quería dejar nuestra familia en paz. Ella era el ente que mantenía la familia en orden.

El colegio no me sirvió para distraerme. Mi madre era la profesora de francés desde hacía mucho tiempo pero ahora... está ausente. Esto era poco característico en su carrera de maestra en Roosevelt. Por supuesto que los demás profesores sabían el motivo pero los estudiantes empezaron a indagar hasta que, como muchos niños y adolescentes lo logran, consiguieron encontrar la respuesta. Poco después, me ví rodeado de compañeros y otros entregándome algo así como un sentido pésame, deseando que pronto mi vida volviera a la normalidad. Yo sinceramente hubiera preferido en ese momento que todos fingieran como si todo estaba bien y normal. Todo bien. Lo mejor para mí fue cuando alguien se acercó a decirme: “Tuve un hermano que murió de cáncer si necesitas una persona con quién desahogarte.” ¡Ufa! No fue el comentario más apropiado para esa circunstancia pero sí que sus intenciones eran nobles. Me sentí como un pasajero en el Titanic, rumbo hacia la cúspide escolar justo cuando entraba a los años más importantes del colegio – los que realmente son importantes bajo el punto de vista de las universidades. Sabía que debía luchar para mantener ese lugar codiciado y aprobar para permanecer en el programa del Bachillerato Internacional, concentrándome productivamente en lo poco que podía influenciar. Lo debía conseguir. Al llegar septiembre, Brian se había ido. No huía de la realidad. Al contrario. Debió ser muy difícil para él dar ese paso adelante en su vida sabiendo que su madre se quedaba atrás siguiendo tratamientos intensivos de radioterapia. Ellos siempre fueron muy unidos.

Maman (en rojo) junto con los profesores del colegio


Todos pasamos por momentos difíciles en la vida y muchas veces no consideramos la suerte que tenemos ante los demás. Muchos entre nosotros somos culpables de sentir que las cartas en la mesa no son las que queríamos, recrimanos a Dios, la vida o cualquier otro elemento que nos desfavorece. Fui ciertamente algo culpable de unirme a esa escuela ideológica a mi temprana edad al toparme con esta crisis, sometiéndome en el olvido dentro del espacio karmático. Un personaje externo podría decir con una frialdad calculada a una persona pasando por algo similar, “¡Olvídate de eso!” o “¡Así es la vida!” – normalmente lo último que queremos escuchar en estas instancias – que puede ser la mejor cura para ese bajón. Cada uno tenemos nuestros propios mecanismos de supervivencia. En la hora de la verdad cuando me encontraba ante lo que parecía el fin del mundo, me dí cuenta que cualquiera – tanto yo como ustedes – puede contar con la bondad del ser humano. Extraños se vuelven amigos, amigos se vuelven hermanos y relaciones que parecían perdidas se pueden rescatar. Le toca a cada uno lidiar con ese dolor, el vacío pesado, pero uno se merece seguir viviendo el después. Mañana podrás perder un ser querido pero debe seguir la función – siempre inmortalizando dentro del corazón y los recuerdos los que ya se fueron. Mi madre luchó y ganó nuevamente, algo que se logró con el cariño y apoyo de los amigos, sus hermanos y la familia que se unió a nuestro núcleo. Ninguno de ustedes jamás ha sido olvidado en nuestra casa por su gran gesto de hermandad en la hora de la verdad. Siempre dicen que uno descubre sus verdaderos amigos en los momentos duros.