Un(a) niño(a) de tercera cultura (TCK / 3CK) o niño(a) trans-cultural es "una persona que, como menor de edad, pasó un período extenso viviendo entre una o mas culturas distintas a las suyas, así incorporando elementos de aquellas a su propia cultura de nacimiento, formando una tercera cultura."

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domingo, 27 de mayo de 2012

Visitar, O No Visitar

Los expatriados y la gente transculutral, todos caen en el mismo juego psicológico. Cuando se encuentran todos en la misma sala de estar o el living, sin importar si su experiencia en el exilio es positiva o negativa, la pregunta de“¿Cuándo volverá a casa?” siempre suele surgir. El final de una misión en el extranjero comparte el mismo simbolismo que aquel de un preso esperando el día glorioso de reunificación con la señora libertad y las vacaciones en su “tierrita – como dicen algunos – como visitas conyugales. Todos necesitamos algo emocionante que nos ayuda a superar las dificultades del presente. Claro que existen grandes diferencias entre las dos condiciones, pero el hecho de ser literalmente sacado de su habitat natural, dejando los seres queridos atrás y las demás ventajas de estar en cancha propia se aplican en ambos casos.

Los Bickford en Lago Grey, Chile

Otro tema común en estas conversaciones abarca la pregunta: “¿Qué es lo que más echas de menos?” Realmente, la manera más fácil de contestar esta pregunta es “todo”. Lo mismo tiene en su mente el entrevistador. Seguramente, una persona viviendo en el extranjero puede estar pasando por los mejores momentos de su vida, pero el hoy no se compara para nada al dulce ayer cuando estaba en casa. Todo siempre parece haber sido mejor en retrospectiva – aunque en realidad, seguramente no fue tan bueno como lo recuerda uno. Muchas veces, se extraña la comida casera tradicional: se pueden comer tacos en los EE.UU., quesos franceses en Chile, ir a Wendy’s en Venezuela, pero el sabor no se compara con las recetas en su lugar de origen. Esa sazón queda permanentemente gravado en la memoria de las papilas gustativas. Allá en [ponga aquí el nombre de su ciudad], su plato preferido tiene ese gusto espectacular porque allá lo saben hacer. En su mente, todo es categóricamente mejor. No obstante, se pueden observar peores casos, como el de un canadiense viviendo en el Perú, donde ¡no se pueden encontrar ni colas de castor, ni poutine! ¿Quién sabrá como logré sobrevivir tanto tiempo sin nuestra cocina gourmet canadiense? – seguramente se notó el humor sarcástico en ese último comentario.

En ese paseo por el recuerdo, quizás el ingrediente más importante para complementar el plato de la vida perfecta es la familia. Estos refugiados temporales empiezan a idealizar su familia, la relación que fomentaban y los buenos tiempos compartidos. Esperan que el tiempo pase rápidamente para volver a tomar la rienda desde donde la dejaron. Lo malo es que el tiempo siempre sigue con su obligación de continuar, llevándose meses enteros, mientras que la convivencia con la familia quedó atrás evolucionando a pesar de la ausencia de los viajantes. De repente, uno se da cuenta del tiempo que pasó, las reuniones familiares sin su presencia, las ocasiones especiales que uno no pudo ir y el día a día en el que uno dejó de compartir con los demás. Cuando por fin uno logra volver como si se tratase de visita de médico, uno empieza a preguntarse si realmente valió la pena gastar en un pasaje y reservar días libres para una acogida sin entusiasmo. Uno siente que extraña mucho más de que lo extrañan a uno. Los primos están fuera de la ciudad en casa de algún amigo, el tío está ocupado con sus labores y hasta el perro de la abuela murió, entonces no puede uno ni salir a pasear con él. Normalmente, son los padres de uno que se ponen realmente contentos de su llegada pero ya se siente un cierto espacio en la relación. Todo esto es completamente normal e inevitable. Uno se vuelve el amigo que nunca devuelve el llamado o atiende el teléfono.

¿Recuerda los amigos? Estos también forman parte de la ecuación en lo que le hace más falta a uno. Después de todo, como dicen, ningún hombre es una isla. Todos necesitamos uno que otro amigo para esos momentos difíciles y/o organizar la mejor celebración como homenaje a un logro monumental. En esos momentos en lo que todo se desenvuelve según el plan, uno está convencido que estos amigos estarán presentes en las buenas y en las malas. Cuando se suman unos seis meses apartando esta amistad, se da uno cuenta de todo lo que puede pasar en ese tiempo de ausencia. Las vidas de esos amigos siguió sin uno. Te sientes como si de alguna manera, hubieses sido tratado injustamente. Al aumentar el tiempo de separación, cambiando meses a años, hay tantos vacíos en la existencia compartida que se vuelve difícil encontrar un punto genuino de conexión con la otra persona. La relación ahora se basa en el pasado, hablando de lo que sucedió más que de lo que sucede. Algunos amigos parecen despreciar el hecho de que los abandonaste para ir a vivir “una vida de lujo”, otros ni cuenta se dieron que te fuiste y otros creen firmemente que lo que una vez los unió los mantendrá unidos siempre. Claro que estos últimos resultan ser pocos.

Bill Cosby siempre supo la importancia de la familia


Cuando se trata de volver para visitar su país de origen, se debe hacer este viaje únicamente para uno mismo y los hijos. Es realmente una inversión a largo plazo para toda la familia. Ya tenemos muchas preguntas sin respuesta flotando alrededor de nosotros pero entender de dónde venimos es algo más fácil de contestar. Si uno se siente en casa o no, es otro tema. Creo que todos podemos hacer que las cosas funcionen si estamos realmente decididos. Quizás no nos guste de dónde venimos pero forma una gran parte de quiénes somos. A donde quiera que vayamos llevamos este bagaje, mismo los que rechazan sus raíces ancestrales. No hay manera de escapar. Viviendo lejos de la familia es un sacrificio que no todos pueden encarar pero hacer el esfuerzo de visitar las personas dentro de su árbol genealógico tiene una gran recompensa. Alguien tiene que llevar el paso en el baile, entonces ¿por qué no uno mismo? Debe permitir a los demás unirse al tango y si no desean seguir el paso, por lo menos lo intentaron. Tarde o temprano, cualquier acción iniciada con intenciones positivas es reconocida.

domingo, 20 de mayo de 2012

Sé Quién Soy... ¿Será?


En algún momento de nuestras vidas, todos nos encontramos en nuestro camino frente a la interrogante más determinante: ¿Quién soy? ¿Por qué me está sucediendo esto? Buscamos como punto de referencia dentro de nuestro almanaque interno nuestros héroes en la juventud, tales como Ricardo Arjona, Cantinflas, el que vende choripanes en la esquina, algún personaje antagonista o algún miembro de la familia para definirnos. Todos competimos para alcanzar la misma meta: ser lo mejor de lo mejor y estos ídolos son el sinónimo del éxito para darle forma a nuestra identidad personal. Esta manera de auto-percepción es clave en nuestra vida y sin tener ni la menor idea de lo que vemos en el espejo, somos tan sólo un hamster sobre nuestra rueda. Cada una de estas grandes figuras de referencia poseen un cierto código de comportamiento entrañado en su origen etno-cultural, nacionalidad, religión y los varios desafíos enfrentados. Muchas veces estos factores ayudan en determinar quienes realmente admiramos y sentimos esa profunda conexión. Somos una de las pocas especies que transitan la madre tierra desesperadamente buscando explicaciones. Creo que nunca encontramos una respuesta que estamos dispuestos a aceptar. Lo más cerca que uno puede llegar a esa verdad es la respuesta con la que nos sentimos más cómodos.

El mejor vendedor de choripanes en Plaza Francia, Buenos Aires

La importancia que juega la adolescencia en desarrollar una identidad no es nada que se debe ignorar. Es como el cimiento de una gran construcción. Muchas veces se escucha la etiqueta de “rebelde sin causa” pero siempre existe un buen motivo detrás del telón explicando la revolución. Algo no le sienta bien a esta persona y no puede identificar el por qué.  Sinceramente creo que nadie se comporta simplemente de manera poco ortodoxa sin motivo alguno. Si a uno le hace falta ser el centro de atención, no descansará hasta que todos lo conozcan. El mejor ejemplo es la gente famosa. Ellos prefieren que la gente hable mal de ellos y no que no se hable absolutamente nada de ellos. Si esto importa o no depende de usted mismo. Algunos preferimos una existencia más privada. Yo siempre opté por formar grupos de amigos cercanos que uno puede contar con los dedos de la mano (aunque a veces esto puede extenderse a las dos manos y los dedos del pié) aunque otros prefieren darse a conocer por todos los que caminan en el planeta tierra. El problema con el segundo ejemplo de ser el centro de la popularidad es que uno termina teniendo varios conocidos y pocos buenos amigos. Los amigos de verdad están al lado de uno en las buenas y en las malas, y esos son muy pocos. Quizás me equivoco – una probabilidad que me atemoriza – pero el tiempo mismo ha comprobado que pocos amigos realmente son amigos de verdad, con los que uno puede contar para todo. Me han visto usar ya varias veces la expresión, “los amigos son la familia que uno puede escoger. ”¡Qué suerte la mía que la familia en la que nací también salió siendo ejemplar! ¡Gracias totales!

Durante mis aventuras en el extranjero, mis padres nos entusiasmaron tanto a mi hermano como a mí de fomentar un sentimiento canadiense. Algún día terminaría el cronómetro indicando el regreso a la base. Debíamos saber más que simplemente lo que significaba la bandera. En la actualidad, esto se puede hacer mucho más fácilmente que en aquellos tiempos por el acceso facil al Internet y los planes baratos de llamadas de larga distancia. Ahora puede uno vivir en un país extranjero sin tener que adaptarse, viendo televisión del país de uno por Internet y perder el día entero hablando con gente por Skype. Esto puede ser muy contraproducente. Entre más pronto uno se hace a la realidad, uno puede adaptarse y disfrutar la nueva experiencia. Hoy es el presente. Puede resultar una enorme tortura ceder a las tentaciones que le hagan recordar el dulce ayer, pensando en todo lo que uno tenía en su país de origen pues al pasar el tiempo, uno se vuelve ni de acá ni de allá. Sé a qué me refiero. El mundo está en nuestras manos pero debemos usar la tecnología a nuestro favor. Estoy convencido de que los esfuerzos de mis padres de convertirnos a mi hermano y a mi en canadienses ejemplares no fue nunca en vano. Mi padre siempre nos traía artículos de diarios con las noticias más importantes del día como "el apretón de manos" de Jean Chrétien – un antiguo primer ministro que ahorcó (por decirlo así) temporalmente a un reportero para sacárselo del camino (la política clásica canadiense) – el cierre del día de la bolsa de Toronto y los resultados de la liga nacional de hockey sobre hielo. Estábamos enterados de absolutamente todo – o más bien, como un pedazo de carne termino medio – de todo lo que sucedía en nuestro polo norte. También estábamos siempre enterados de los hechos en los países donde vivíamos, sin importar que nuestra estadía era sólo por un tiempo.

Cuando volví a mi querido Canadá después de haber pasado 12 de mis 18 años de vida  fuera en América del Sur, igual no tenía duda alguna de dónde venía: esta era mi patria por la que daría lo que fuera, en Girón y en cualquier parte. No obstante, no lograba realmente encontrar un punto de enganche para establecer amistades duraderas con gente de mi edad la cual se crió bajo la hoja de arce. Los canadienses suelen viajar fuera del país, pero es muy distinto vivir en el extranjero que salir a pasar una semana en un hotel todo incluido. Cuando uno está de vacaciones, todo le parece genial y encantador porque realmente no hay ninguna obligación de hacer nada. Brian y yo llamábamos a esta gente veraneando como “La Mentalidad Club Med.” Son como los que visitan Roma un día y vuelven el siguente, con la cabeza en alto y una cara de estreñimiento, pretendiendo conocer la realidad de la vida de todo el continente europeo. Yo no me atrevería a decir que esta falta de conexión se debía a la arrogancia de los estudiantes en la Universidad de Ottawa si no por lo contrario. Era inevitable que después de tanta ausencia, me había vuelto una especie de latino-franco-canadiense: me gustaba la fiesta bulliciosa salsera pero de manera puntual y organizada. Como un caos contenido. Era el tipo de canadiense que en vez de soltar alguna vulgaridad más subida de tono que un “darn!”, zafaba un “¡rayos!” o un “zut alors!” Cuando mis compatriotas estaban perdidos en la euforia de la post temporada de hockey, yo rezaba para que la señal del satélite se desviara y la programación cambiara a la cobertura de la Copa Libertadores o la Champions League. Era duro encontrar un punto en común con mi gente. Al embarcar en la euforia embriagadora de la primera semana de universidad llamada Frosh Week, mis colegas festejaban su emancipación – ya no están papá y mamá para restringir cada libertad y acción – pero yo buscaba más bien forjar relaciones fructíferas con ellos. En América Latina, la vida nocturna se vive a temprana edad, cuando uno ya puede ver por arriba del mostrador en un bar – y quizás ayude tener dos o tres pelos de barba y bigote – lo que quiere decir que esta experiencia fue más emocionante para ellos que para mí.

Un joven después de su primer año de universidad


Los padres de familia extremadamente patrióticos, pueden canalizar todas sus energías hacia sus hijos, pero es inevitable que se diluya algo con la cultura de la región – una de las grandes ventajas para los TCK (niños de tercera cultural). Ustedes podrán decidir si esto es negativo o bien aceptarlo de brazos abiertos. Yo considero esto como una bendición. También les aseguro que sus hijos pasarán por una crisis de identidad, muy posiblemente al volver a lo que los padres consideran casa. La idea que los chicos tenían de casa cambió con esta experiencia y ya no es lo mismo que para los padres. Yo recuerdo al estar de vuelta, si escuchaba alguna canción como “suavemente, bésame... yo quiero sentir tus labios besándome otra vez” (suena mucho mejor la versión musical cantada por Elvis Crespo que la mía escrita) y sentía un cierto consuelo acompañado a la vez de cierta nostalgia, la de una vida pasada. No hay mucha salsa en el Canadá más allá de la que se usa para acompañar unas papas estilo Doritos. Esas melodías repetitivas y tediosas hacen parte de un repertorio familiar que viene transformando una cosa aborrecible a algo reconfortante. Aquí podemos nuevamente ser testigos del poder triunfante de lo conocido contra las fuerzas tenebrosas de lo desconocido. Puede ser cuestión de años el sobrepasar la crisis de identidad y en algunas casos, hasta insuperable. Una pregunta simple tal como “¿De dónde es usted?” se vuelve una de las respuestas más complicadas para una persona transcultural. Las respuestas pueden relacionarse con el lugar donde nació uno, la cultura predominante que lo rodeaba o hasta un lugar que uno no conoce pero siente una fuerte afinidad. Ninguna respuesta es realmente descartable. Generalmente, lo principal es sentirse cómodo y puede ser adecuado, así que si uno nació en Zimbabwe de padres Australianos, creció en la India y se siente Ruso en lo más profundo de su corazón... lo recibo con un abrazo grande mi querido amigo ruso, ¡Ciudadano del mundo!

domingo, 13 de mayo de 2012

Encontrando El Equilibrio En La Guerra De Los Sexos

Quiero desear a todas las madres – y las que un día lo serán – en este día tan especial en que las conmemoramos en el Canadá y también cruzando nuestra frontera hacia el sur. ¿Qué sería el mundo sin ustedes? Muchos países alrededor del globo terrestre tienen un día en particular dedicado a esas personas, los pilares de familias, para agradecer esta contribución sin igual a la humanidad entera. Este trabajo seguramente es uno de los más difíciles sin remuneración y quiero personalmente agradecerles por toda su dedicación y sacrificio. Parece que ser padre en estos tiempos se está volviendo una opción aún más complicada que en la época de generaciones anteriores, y claro está que no podemos olvidarnos de las mujeres que se vuelven madres sin tener su propia voz para tomar decisiones. Realmente creo que deberíamos dedicar mucho más que un solitario día de los 365 para agradecerles, sobre todo ahora cuando nuestra civilización parece estar viviendo una de-evolución.

Hace milenios en Disneylandia, aunque parece el Canadá

El papel de la mujer parece cambiar en todos y cada uno de los continentes junto con la cultura de cada país. Las olas del movimiento revolucionario del feminismo en regiones tales como América del Norte y el Norte de Europa ya ha sucedido, promoviendo derechos importantes a la mujer en la sociedad moderna, dejando en el tiempo ese rol subordinado. No obstante, muchas personas, incluyendo las pioneras de la revolución femenina en estos lugares argumentan que la ola fue un tsunami que superó la meta que era de alcanzar la igualdad de género. Uno tan sólo debe ver los anuncios  de la televisión, en estos países para darse cuenta: el hombre lo pintan cómo un ignorante, totalmente inútil, sin saber qué hacer sin la ayuda de su talentosa mujer. Los medios de publicidad están logrando socavar el papel del hombre, dejando su labor tradicional como el que ganaba el pan de cada día convirtiéndolo en un objeto presindible e innecesario. La mujer puede elegir tener un hombre en su vida pero no significa que lo necesite para sobrevivir. El hombre es un producto en el mercado de las consumidoras. Ahora nos encontramos con esta realidad y quizás por eso, vemos más hombres buscando su felicidad fuera de su cultura y sus fronteras. Algo tiene que ceder.

En otras partes de nuestro planeta, la mujer sigue viviendo la realidad que nuestros hombres apenas están descubriendo en el “mundo desarrollado.” Recuerdo cuando niño viviendo en Latinoamérica, la cultura ponía a la madre en un tipo de pedestal en lo más alto de la sociedad. Pero este respeto era más que nada simbólico por el hecho de que eran madres. El inconveniente para ellas era el de ser mujer. El hombre era aún el protagonista en ese mundo, saliendo como valiente cazador en busca de comida y sustento para que la mujer y su familia tuvieran un techo para vivir. La responsabilidad maternal se limitaba a los deberes del hogar, tener hijos, hacer el aseo y tener comida en la mesa. Este orden es considerado sagrado en esas partes del mundo. Un hombre no debe ni tocar la aspiradora ni preparar una comida para su familia – para qué cocinar si hay un local que vende pollos asados a una cuadra de la casa – y la mujer no debe romper el silencio que la encadena. Quizás este orden fue establecido en la era colonial española cambiando el Nuevo Mundo para siempre o era alguna mezcla con la cultura aborigen. Igual, para ellos no se trata de que nadie reviente esa burbuja sagrada para cambiar los roles, la cual puede realmente y facilmente desaparecer.

La guerra de los sexos ya tiene mucho tiempo intercambiando disparos, probablemente desde el Jardín de Edén. ¿Será que Adán y Eva necesitan una terapia de parejas? Llueve sobre mojado. Tal como en todas las grandes batallas, no hay un claro ganador. Siempre hay pérdidas, daños colaterales, bajas civiles y detrás de todo, pocos que realmente benefician del conflicto sin una sola gota de sangre en las manos. Sin duda alguna, el hombre ha sido el gran beneficiario en la mayoría de las culturas y religiones y pocos grupos que conocemos han decidido adoptar una estructura matriarcal. La mujer debe cargar el hijo dentro del vientre, dar luz y dedicarse a sus pequeños para darles las herramientas – junto con darle su vida a convertir su adorable niñito en un hombre más – para triunfar en la vida, suele ser un papel secundario tal como les indica la jerarquía en su medio cultural. Esto se me hace algo complicado de aceptar. Las madres juegan un rol secundario dentro de un orden sagrado cuando realmente valen más por lo que aportan.

El Sr. Miyagi nos enseño la importancia del equilibrio



Muchas experiencias de vida nos enseñan una lección de equilibrio. La filosofía asiática predica el famoso concepto del yin y el yang, usado para describir el aspecto doble facético de nuestra existencia. Al debutar en el mundo profesional, se nos enseña la importancia de saber manejar sus prioridades para compartir el tiempo entre el trabajo y la familia para evitar una crisis laboral. Los doctores suelen sugerir a sus pacientes que practiquen la moderación en cuando al consumo del alcohol. Parece que vivimos en un ambiente que intenta recordarnos lo importante que es encontrar un término medio, lo que siempre asocio con la cooperación. Cooperación es muy distinto a la competencia. Se puede ganar en equipo. El mensaje que dedico a este conflicto armado entre la mujer y el hombre es de encontrar ese equilibrio: el punto donde uno no debe tener una ventaja contra el otro. Podemos ganar mucho al trabajar juntos en vez de deshacernos de obligaciones dejándolos para la otra persona sélo por una mala costumbre que aprendimos del pasado en culturas opresivas. No se trata de volver a cometer errores, si no aprender de ellos. El lugar de la madre es siempre al lado del padre, no uno detrás del otro como si se tratara de un ejército.

domingo, 6 de mayo de 2012

Un Choque Cultural Inverso

Ya me estoy aproximando al final de mis años de adolescente en estas entradas lo cual me llevó a la decisión de cambiar un poco la estructura de mis próximas publicaciones. Como de costumbre, los invito a escribirme si hay algo en particular que desean que les cuente pues también me ayuda a distinguir los temas que realmente son de su interés. Me dará mucho gusto cumplir con sus sugerencias. Tomen nota de que esto es mucho más interactivo que una televisión. De vez en cuando, les contaré acerca de viajes pero prefiero mantener el foco del discurso en temas (los pros y los contras) específicos para los niños de una tercera cultura/transculturales – aunque algunos de nosotros ya no somos menores de edad, esta etiqueta aún se usa para la gente de edad adulta. El paso de la vida junto con sus experiencias y desafíos tienden a definirnos como personas: lo que somos, quienes somos y lo que puede significar todo en conjunto. No me considero de ninguna manera un especialista pero espero que al compartir mis anécdotas pueda ayudar a aclarar el drama con el que vive gente en una situación similar. Quién sabe, puede ser que encuentre alguna respuesta o exista una para mí que podamos compartir

La preciosa ciudad de Ottawa

Al volver al Canadá después de cuatro años en el Perú fue un gran reto para mí a los 18 años. Desde el primer momento en el que llegué a Lima, no veía la hora de volverme a meter al avión rumbo a Canadá. El Littlest Hobo no estaría orgulloso de mí para nada. Ahora, me sentía emocionado de estar de vuelta en mi país al pasar la aduana con mi familia, pero el sabor ya no era el mismo. Era como jugar Mario Brothers usando el personaje de Luigi: algo estaba fuera de lo normal. Tal como lo comenté anteriormente, muchas cosas pueden cambiar en un lapso de cuatro años y durante ese tiempo, establecí fuertes raíces con mis buenas amistades que hice durante la misión. Ninguno de ellos me acompañaba para inciar esta nueva etapa de mi vida – como siempre. Estoy seguro que muchos de nosotros tenemos las mismas expectativas de la vida psicológica y emocionalmente al volver a casa después del campo de batalla y haber estado como en exilio: en secreto pedimos un desfile triunfante, cómo el de las grandes películas de Hollywood, con calles llenas de gente bailando, confeti bajando de los cielos y bandas animadas tocando temas alegres para recibir a sus héroes. Desafortunadamente, no hay nada que se aproxime a ese enorme festejo. Muchas veces, no hay ni siquiera una sola persona en la terminal con por lo menos un globo o una pancarta que diga “¡Lo lograste!” o “¡Bienvenido a casa!”. Sobre todo, ni siquiera se cuenta con los oficiales del control de pasaportes de tener ese tipo de reacción. Tienen un trabajo muy serio los pobres, el cual no les permite tener ningún sentido del humor.

En vez de ser recibido como un héroe, hay un mejor paralelo con los veteranos de Vietnam. Nadie entiende por qué estabas fuera de tu país y realmente ni les importa. Fue une guerra inútil en la que no hubo ganador. Todos perdieron. La mayoría de los adultos que contribuyen con una parte de su salario a nuestro sistema de impuestos, consideran a las familias como la mía como sanguijuelas que extraen la sangre de la alcancía federal. La forma más común de darse cuenta de lo que he mencionado anteriormente, es que creen que los diplomáticos junto con sus familias se la pasan veraneando todo el tiempo en la playa, tomando piñas coladas con amigos y trabajando incansablemente para lograr un bronceado perfecto. ¡Qué gran vida! Que pena que me tocó esa misión. Sinceramente, es imposible para los demás imaginar el sacrificio – pues como todo, hay que haber estado en los mismos zapatos para entender todo el cuento – de esta gente y lo que hacen, manteniendo la cabeza en alto orgullosamente al representar su amado país en el extranjero. Muchas personas de mi edad parecían reaccionar ante mis cuentos de haber visitado las piramides aztecas, las ruinas incaicas, la selva venezolana, perdernos en Curaçao, como si estuviese pidiendo que me presten atención. Por otro lado, también veían mis temas de conversación como un tipo snob que se la pasa trotando por el planeta con los bolsillos llenos de un presupuesto infinito. A la larga, esto alimenta un sentimiento de alienación, llevándolo a uno a pensar que todo lo que vivió y logró fue un acto criminal del que se debe uno de avergonzar. Si le pasa lo mismo a usted, mi querido lector, no se sienta mal en lo absoluto. Todos tenemos derecho a vivir nuestras vidas tal como podemos y queremos.

Antes de salir en misión, el diplomático recibe cierto tipo de formación incluyendo lo que se puede esperar al llegar a otro país para apaciguar el temido ‘choque cultural.’ Ninguna transición es realmente perfecta pero lo mejor que puede uno hacer, es tener una mente abierta. No hay manera para prepararse para golpes de estado, el terrorismo, la dictadura, apagones, etc. Entre menos se espera, mejor pueden ser las cosas, ese es mi lema. Luego,  se le recomienda a esta persona que pase esta nueva información a sus dependientes. Por otro lado, al volver de misión no hay ningún apoyo en lo absoluto ni al diplomático, ni a su familia. La idea que tiene la dirección general es que uno vuelve a casa y nunca se olvida uno como es. ¡PLOP! Esto es raramente el caso sobretodo después de largas ausencias. Como ya lo he mencionado anteriormente, mucho puede suceder durante cuatro años y mucho más para los menores en su querida tribu de nómadas. Quizás el mejor paralelo que puedo hacer con ese sentimiento extraño de volver a un lugar conocido – el supuesto hogar – sin poder identificar los detalles dejados atrás durante su ausencia, es un despertar de un estado de coma. Hasta la gente más cercana cambia su manera de verte, pareciéndoles curioso que ya no recuerda uno lo que sucedió por estar fuera. Al pasear por TU ciudad, alguien puede interceptarte para pedirte indicaciones de cómo llegar a un cierto lugar y realmente no tienes ni al menor idea de qué recomendarle a esa persona. ¿No se supone que es usted de acá? Nos pasa a todos.


Claramente inevitable


La reacción más común cuando uno vuelve a su país es buscar lo conocido. Este fue uno de los motivos por qué decidí estudiar en la Universidad de Ottawa. Yo había vivido en Ottawa durante algún tiempo. Seguramente no había cambiado tanto o por lo menos algunas cosas permanecerían iguales a lo que recordaba. Además busqué amigos de aquella época cuando estudiaba en Claudel, lo cual realmente me hizo pensar nuevamente en lo que puede cambiar en un período de cuatro años y lo que fue, no volvería a ser. Como si le arracaran las páginas de un capítulo entero de un libro de historia. Ya estoy de vuelta y me encuentro con un "qué me importa" metafórico que no se quita del camino. Uno de mis amigos había cambiado mucho al superar un cáncer que casi acabó con su vida que recién empezaba. Otro amigo me dijo que creía que era mejor no ser amigos. Según él, ya había pasado mucho tiempo y ahora ya no teníamos en lo absoluto nada en común sin realmente tomarse el tiempo para comprobar su teoría. Me empezaba a dar cuenta que debía cambiar nuevamente mi chip para considerar Ottawa tan sólo como una nueva misión. Como tal, iba aprender todo nuevamente para empezar una nueva vida pero ahora sin mis padres que estaban en México en misión y mi hermano en London, estudiando. ¡Aurrerá!